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Breve manual de pensamiento crítico

agosto 20, 2008

Reflexiones sobre el tema de la muerte en Arthur Schopenhauer 3

Reflexiones sobre el tema de la muerte en Arthur Schopenhauer 3
Por Francisco Martínez Alas. (2004)

2.2. Algunas concepciones de la muerte en el siglo XIX
La creencia en la muerte aparente era tan fuerte dice Ariés que a finales del siglo XVIII "se había aconsejado también la institución de 'lugares de depósito', donde los cuerpos permanecerían bajo vigilancia desde el principio de la putrefacción, a fin de poder estar absolutamente seguros de la muerte." (3) Y de principios del siglo XIX, da algunos ejemplos de casos (de muerte aparente) en los cuales se enterraba viva a las personas, por lo que a veces, luego de exhumarlas, estas despertaban y causaban la sorpresa y el espanto de los presentes. Por ello mismo, a mediados del mismo siglo se comenzó a vencer la resistencia de los médicos a verificar la muerte, tarea que les resultaba repugnante; y al par, dice Ariés "los médicos de su tiempo negaban la realidad de la muerte aparente, el peligro del entierro precipitado con una autoridad y seguridad iguales a las de sus predecesores cuanto éstos, un siglo antes, había tocado la alarma por lo contrario y difundido el terror. El retorno se hizo en ambos casos en nombre de la ciencia positiva contra supersticiones atrasadas." (4) Y más adelante concluye respecto de la muerte aparente: "Y lo cierto es que las historias de muerte aparente van a hacerse cada vez más raras, incluso cuando en la actualidad ocurre que algún muerto se despierta en la morgue de un hospital, el hecho diverso no provoca ya emoción. A finales del siglo XIX la muerte aparente ha perdido su poder obsesivo, su fascinación. Ya no se cree en esa forma de muerto vivo." (5) Los médicos del siglo XIX pensaban que "el debate sobre la muerte aparente ponía en cuestión la existencia del tiempo de la muerte como un verdadero estado mixto, no admitían que pudiera haber tal mezcla de vida y de muerte. O era lo uno o lo otro." (6)

El miedo a la muerte es otro problema imporante en esta época. Ariés dice que: "El hombre de otro tiempo hacía caso de la muerte, era una cosa seria, que no había que tratar a la ligera, en el momento supremo de la vida, grave y temible, pero no tan temible como para apartarla, para huir de ella, para hacer como si no existiera, o para falsificar sus apariencias." (7) Pero, en el siglo XIX el miedo a la muerte se convirtió en el gran miedo, al mismo tiempo que surgía otra concepción de muerte: "la muerte es definida aquí, desde el principio, no como la pérdida de la vida, sino como la separación entre varios seres que se aman. Es tanto la muerte del otro como muerte propia, y no es muerte propia más que para el otro." (8)

"En el siglo XIX, triunfa otra representación del más alla. Este se convierte sobre todo en un lugar de encuentro de aquellos a quienes la muerte ha separado y que jamás han aceptado esa separación. Es la reconstitución de los sentimientos de la tierra, liberados de sus escorias, seguros de la eternidad" […] "Todos han construido el mismo castillo a semejanza de las moradas de la tierra, donde encontrar -¿quién puede saber si en sueño o realidad?- a seres a los que nunca han dejado de amar apasionadamente" (9) [refieriéndose tanto a los cristianos, los espiritistas, los incrédulos y librepensadores].

2.3. La muerte y el suicidio en los textos de A. Schopenhauer (10)
Schopenhauer dice que "la vida es una tarea de extenuante cumplimiento: en este sentido es defunctus [difunto] una bella expresión" (DM 37), además la vida es un breve ensueño: "Cuán larga es la noche del tiempo ilimitado si se compara con el breve ensueño de la vida!" (MM 66).
Pero, aunque la vida es un breve ensueño, la certeza que tiene de la eternidad o la inmortalidad es lo que garantiza, para él, la persistencia: "Es inconcebible que lo que una vez existe en toda la fuerza de la realidad deba un día quedar reducido a nada, y luego deje de ser durante un tiempo infinito" (MVR 1235), ya que "por su persistencia absoluta, la materia nos asegura una indestructibilidad, en virtud de lo que quien fuere incapaz de concebir otra, podría consolarse con la idea de cierta inmortalidad" (MM 68), y luego expone como el "polvo" que queda de la degradación se convierte en otras cosas.

Lo cual le lleva a afirmar, cuando acaece la muerte humana, que existe "una indestructibilidad del núcleo esencial de nosotros mismos" (MVR 895). "Por eso debe dejar de ser lo que es, para poder salir del germen de su ser bajo una forma nueva y diferente. La muerte, pues, desata estos lazos. La voluntad vuelve a ser libre" (MVR 258): de esa manera la muerte libera a la voluntad.
Esa persistencia del nucleo esencial nos proporciona cierta inmortalidad, pero no como individuos (como lo veremos más adelante), sino debido a nuestra parte material: "Lo que ahora somos resulta, bien mirado, que debemos seguir siéndolo en todo tiempo, porque somos el propio ser que ha recogido el tiempo para colmar su propio vacío; por dicha causa ese ser llena la totalidad del tiempo, presente, pasado y futuro de igual modo, y por eso también nos es imposible caer fuera de la existencia y fuera del espacio" (MVR 1235ss).

Ante todos los millones de individuos humanos diferentes de en usanzas y costumbres, y preguntarse de donde vienen, dónde están, de dónde surgen, se responde: "[el origen] no puede estar sino donde toda realidad ha sido y será, en el presente y en lo que contiene", es decir, en la naturaleza total. Y compara "la angustia de una hoja que cae, con el hombre que no quiere morir o se pregunta porqué muere él, pensando que los que le siguen serán otros (y ya no él), y olvidando que vendrán otras generaciones de hojas y de humanos" (MM 70).

La muerte es parte de la naturaleza, nuestra muerte nos devuelve a su seno y además entra en juego el azar: "No conocemos mayor juego de datos que el juego del nacimiento y de la muerte; preocupados, interesados, ansiosos hasta el extremo, asistimos a cada partida, porque a nuestros ojos todo va puesto en ella" (MM 68) Luego dice que a la naturaleza "nada le importan la vida o la muerte del individuo; esto lo expresa entregando la vida del animal y también la del hombre a menores azares, sin hacer ningún esfuerzo para salvarlos" (MM 69) estamos todos "al azar más ciego", bajo el cual "al sucumbir es que caen otra vez en su seno, donde los tiene ocultos; su muerte no es más que un retozo, un jugueteo" (MM 69); y agrega que "nuestra vida o nuestra muerte no le conmueven y no debieran emocionarnos, porque nosotros también formamos parte de la naturaleza" (MM 70).

Es así que la muerte humana es útil a la naturaleza: "Cada uno debe, pues, concebirse a si mismo como un ser necesario, es decir, como un ser cuya auténtica definición, cuya definición adecuada, por poco que pueda llegar a formularse ésta, debería acarrear la existencia" (MVR 1235ss), y "parece que la conclusión de toda actividad vital es un maravilloso alivio para la fuerza que la mantiene: esto explica tal vez esa expresión de dulce serenidad difundida en el rostro de la mayoría de los muertos" (MM 66).

En otros textos, nos recuerda que aunque muramos somos parte de una especie: "el ser que desaparece y el que le sustituye no son sino un único y mismo ser" (MVR 1220). Por ello, nos invita a aceptar la muerte: "La muerte del hombre de bien es dulce y tanquila; pero morir sin repugnancia, morir de buen grado, morir con alegría es privilegio del hombre resignado, de aquel que renuncia a la voluntad de vivir y reniega de ella, porque él sólo quiere una muerte real, y no aparente; por consiguiente, no siente ni el deseo ni la necesidad de permanencia de su persona. La existencia que conocemos la deja sin pesar. Lo que la sustituye es la nada a nuestros ojos, precisamente porque nuestra existencia, comparada con ésa, no es más que nada" (MVR 258). Porque, aunque muera el individuo, vive la especie, y constituye una liberación, una oportunidad: "Por encima de todo, la muerte es la gran ocasión de no ser ya el yo. Dichoso entonces el que sabe aprovecharse de ello!" (MVR 258ss). Es por esa misma razón que la muerte por suicidio no le satisface completamente (más adelante volveré sobre el tema del suicidio) y la entonces la tarea: "Consiste en hacer ver que el suicidio es contrario a la consecución del supremo fin moral porque sustituye equivocadamente la redención real de este mundo de miseria por el simulacro de una redención que no es más que aparente" (DM 57).

Y ya que introduje al individuo y su vinculación con la especie, expongo lo que Schopenhauer pensaba acerca de la individualidad: "La individualidad de la mayoría de los hombres es tan miserable y tan insignificante, que nada pierden con la muerte: lo que en ellos puede tener algún valor, es decir, los rasgos generales de humanidad, eso subsiste en los demás hombres. A la humanidad y no al individuo es a quien se le puede asegurar la duración" (MM 65)

Por ello mismo la conciencia individual carece de valor y al morir se esfuma: "Pero, una vez que la muerte ha puesto término a una conciencia individual, ¿sería deseable que esta misma concienca se encendiese de nuevo para durar una eternidad?" (MM 66), Schopenhauer opina que no, porque la conciencia individual está llena de ideas sin mucho valor y que deben ser dejadas para siempre. De modo que si la muerte es una liberación, también es una superación del individuo: "La muerte es el momento de la liberación de una individualidad estrecha y uniforme que, lejos de constituir la sustancia íntima de nuestro ser, representa más bien como una especie de aberración" (MVR 258ss)

Pero, además, ¿porqué Schopenhauer también rechaza la inmortalidad del hombre, tal cual? Afirma que "si se le concediese al hombre una vida eterna, la rigidez inmutable de su carácter y los estrechos límites de su inteligencia le parecerían a la larga tan monótonos y le inspirarían un disgusto tan grande, que para verse libre de ellos concluiría por preferir la nada. Exigir la inmortalidad del individuo es querer perpetuar un error hasta el infinito" (MM 65).

Disgusto, infelicidad, aburrimiento, es lo que nos esperaría al ser individuos inmortales, de allí la importancia de la muerte: "Porque, en el fondo, toda individualidad es un error especial, una equivocación, algo que no debiera existir; y el verdadero objetivo de la vida es librarnos de él" (MM 65). Porque los hombres no podrían ser felices dondequiera que esten o sueñen donde estar… aún si no hubiese miseria y pena, se aburriría, y caería en el sufrimiento. No basta, pues, con poner al hombre en un mundo mejor, sino que hay que transformarlo totalmente "que no sea lo que es y que llegara a ser lo que no es" (MM 66), porque "ser colocado otro mundo y cambiar totalmente su ser, son en el fondo una sola y misma cosa". "Por tanto, necesariamente tiene que dejar de ser lo que es; esta condición previa la realiza la muerte, y desde este punto de vista concíbese su necesidad moral" (MM 66).

Pero, la muerte no sólo sobreviene por ella misma, en forma natural: "Y así también la vida del individuo es cabalmente una perpetua contienda, no sólo de modo meramente metafórico, como la que tiene declarada a la necesidad y al hastío, sino de modo real y efectivo, como la que libra con sus semejantes. Por doquier tropieza con un oponente, vive en guerra constante, y muere con las armas en la mano" (DM 20). Pero, en realidad esto no es relevante pues: "El individuo presa de las angustias de la muerte nos ofrece un espectáculo realmente extraño…; el dueno de los mundos, el que, solo, confiere a la existencia a todo lo que es y lo llena de su ser, pierde valor y teme perecer… Y en realidad todo está lleno de él, y no hay lugar donde no esté, no hay ser en el que no viva, porque no es la existencia quien le lleva, sino que él es el soporte de la existencia" (MVR 1249).

Otro modo de morir es tratado con amplitud por Schopenhauer, el suicidio: "es, empero, manifiesto que nada hay en el mundo sobre lo cual tengo cada uno un derecho tan indiscutible como sobre su propia persona y vida" (DM 51), puesto que "el hombre, se advertirá generalmente, pone un fin a su vida tan pronto como atraviese una situación en la que los horrores de la vida sobrepujen a los horrores de la muerte" (DM 59). Si el pesimismo y la angustia nos invaden entonces entra en juego el suicidio: "Si la angustia que nos atenaza en el sobrecogedor espanto de un sueño llega a su grado más alto, entonces es ella cabalmente la que nos devuelve, despertándonos, a la vida de vigilia, donde se desvanecen todos aquellos horrores de la noche. Lo mismo sucede en el sueño de la vida, cuando la angustia, al llegar a su más alto grado, nos fuerza a interrumpirlo" (DM 61). Sin embargo, aunque acepte el suicidio, Schopenhauer, además de considerarlo como simulacro de redención (véase más atrás), es una pregunta sin respuesta a la naturaleza: "El suicidio puede ser también considerado como un experimento, una pregunta que se plantea a la naturaleza y cuya respuesta se pretende forzar: la de saber qué transformación sufren mediante la muerte la existencia y el conocimiento del hombre. Pero se trata de un experimento condenado al fracaso: pues elimina la identidad de la conciencia que tendría que escuchar la respuesta" (DM 62).
[continua en 4]

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