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Breve manual de pensamiento crítico

agosto 15, 2008

Filosofía contemporánea: académica, institucional, mediática

En este breve texto quiero tratar de los pensadores contemporáneos y del flujo y producción del "pensamiento contemporáneo" tal como yo lo veo. Una característica común a los eventos contemporáneos es su "gran volumen" -esto, al margen de la crítica que se hace a la uniformación de globalización occidental, la cual ha arrasado con las cientos de miles de diferenciaciones culturales, que hasta principios del siglo 20 eran reales, visibles, profundas y plausibles. Con esto del gran volumen, me refiero a que ciertos productos culturales, como por ejemplo las publicaciones, los periódicos y otros medios de comunicación de masas, los sitios web, los centros de pensamiento y actividad artística y cultural, y otros se producen y existen en gran escala y multitud de marcas, sellos y orígenes. Para ser más específico, daré ejemplos concretos: las publicaciones periódicas y editoriales de libros (que a nivel globlal pueden ser algunos cientos de millones), los sitios web (varias centenas de millones de páginas) y las organizaciones pensantes (ONGs, think tanks, organizaciones internacionales, universidades, agencias gubernamentales, organizaciones de la industria del conocimiento, las cuales son varias decenas de miles), todos ellos en cientos de lenguas distintas (aunque predomina una media docena, no lo ignoro).

Pero, ¿porqué estoy hablando de esos canales impresos o gráficos de difusión de ideas, textos y contenidos? Porque deseo, inicialmente, mostrar la diversidad y magnitud de posibles fuentes de "pensamiento" en la actualidad. Los que estamos en el ámbito de los estudios humanistas conocemos varias decenas de nombres de autores, filósofos, críticos y pensadores "clásicos": y podríamos caer en el error de pensar que esos creadores de ideas y sistemas son los únicos, y que no hay nada más. La filosofía contemporánea es mucho más que eso; mucho más de lo que podríamos abarcar, conocer, estudiar, leer, adquirir o comentar.

La filosofía -o el pensamiento contemporáneo, si queremos ser menos estrictos-, se produce principalmente en las universidades. El filósofo contemporáneo con frecuencia es un académico de clase media, que escribe artículos, publica libros y dicta conferencias, e imparte cursos o clases en una universidad; o bien, es un investigador profesional que tiene la oportunidad de trabajar en un laboratorio de una multinacional o en un programa de una organización privada o pública, local o regional, nacional o internacional. Sería más raro -hasta donde conozco- ver que un oscuro empleado, un mísero mendicante, un honorable analfabeta, o aun, un exitoso hombre de negocios (aunque a veces, ciertos consultores, altos ejecutivos o políticos de carrera, comienzan a pensar, a escribir, a sistematizar su experiencia, a teorizar sobre área de acción y su carrera y producen pensamiento de calidad en los campos de la política, los negocios, la economía, la ética y la sociología).

Con esto no quiero decir que no se generen ideas "importantes" en el "pueblo", entre la gente común, etc. La "cultura popular", el "conocimiento indígena", el "imaginario colectivo", el "saber cotidiano", la "creatividad personal", son importantes, pero pertenecen a otro ámbito, y deben ser estudiados por las ciencias sociales, de la comunicación, psicológicas, antropológicas y etnográficas, y sólo en segunda o tercera instancia, por ciertas especialidades de la filosofía.

Así que, si uno desea conocer la filosofía contemporánea debe iniciar un largo viaje, cuyo recorrido debe incluir los departamentos de filosofía y las cátedras específicas de universidades de todo el mundo; las publicaciones periódicas especializadas o cercanas a la filosofía; la producción editorial que incluye títulos y ensayos con conexiones filosóficas; los portales web especializados en humanidades; y, de ser posible, participar en conferencias o congresos filosóficos que sean relevantes para uno.

Todas estas fuentes me recuerdan dos factores adicionales que contribuyen a un mayor o menor impacto en el medio: los idiomas y el acceso a la divulgación. Para quien escribe filosofía -porque la filosofía tiene que escribirse y publicarse para que viva-, es menester hacerlo en alguna lengua de amplio acceso, y además, debe tener acceso a los grandes canales de distribución editorial. La diferencia que hay entre un pensador que hace una edición privada o en una editorial oscura, y alguien que puede ser publicado por alguna editorial universitaria norteamericana o europea, o por un grupo editorial de gran alcance regional (Alianza, FCE, Paidós, Tecnos, Garnier, Sage, por mencionar unos cuantos) es inconmensurable.

Hasta podría afirmar -con algo de falacia e inexactitud, no lo niego ni lo olvido- que los grandes filósofos no sólo son grandes por la calidad y profundidad de sus obras, sino también por la suerte que tuvieron en ser publicados, re-editados decenas de veces, traducidos y comentados miles de veces a lo largo del tiempo: de otra manera, hubieran caído en el olvido al cabo de una década o dos (lo cual me trae a la mente otro asunto del cual te hableré en otro texto: el contenido de las bibliotecas y los autores olvidados o desconocidos).

Hace un par de décadas, yo no conocía muchos filósofos del siglo 20, pero gente como Foucault, Cioran, Lyotard, Derrida, Unamuno, Ortega, Marías, Russell, Popper, Polanyi, Wittgenstein, varios "posmodernistas" y quien sabe cuantos más deben leerse como actores importantes en la filosofía de este siglo y el recién pasado. Por ejemplo, hace poco conocí como filósofos a Maffiesoli y a Balandier, a quienes conocía más bien como sociólogos. Ya con otros autores de crítica cultural o artística, o sociólogos o estetas, e incluso antropólogos me ha sucedido que no los ubicaba como filósofos sino como especialistas en sus respectivas disciplinas. Y qué decir de ese montón de académicos de las universidades tanto de Europa, USA y algunas metrópolis de América Latina que escriben ensayos acerca de la realidad desde múltiples perspectivas, entre ellas la filosófica?

Entonces, una revisión de la filosofía del siglo 20 y del 21 se quedará corta (más corta de lo que se quedan las historias de las filosofías de los siglos y épocas previas), pues, al igual que en todos los otros campos del saber y la creación intelectual y estética, hay una producción enorme de textos en esta pareja de siglos 20-21, -de los cuales no se sabe quienes sobrevivirán dos, tres o cinco siglos más-. Por ejemplo, quién se acuerda de muchos pensadores de segunda línea que publicaron sus obras en las primeras 3 ó 4 décadas del siglo 20? Talvez estén por ahí, polvosos, mohosos, y olvidados en las bibliotecas, pero ya nadie se acuerda de leerlos. Yo, incluso, tengo algunos tratados de los 70s y 80s, que ahora parecen casi anticuados y deslucidos, tanto en su aspecto, como en las ideas que contienen; aunque, si se leyeran con atención, están llenos de ideas aún válidas, si se desechan los meros datos circunstanciales.

Concluyendo, diré que una revisión del pensamiento y filosofía contemporánea, debería ser más largo y más variado en los autores y temas que se tratan en las reseñas usuales de ese periodo.

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