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Breve manual de pensamiento crítico

diciembre 08, 2010

Sobre el pensamiento político de Hugo Grocio

Hugo Grocio, su tratado Del Derecho de la Guerra y de la Paz, y algunos apuntes acerca de su pensamiento político
Por Francisco Martínez Alas. (1989)

Hugo Grocio (1583-1645), fue un jurista holandés a quien se le atribuye la paternidad de la sistematización de la ciencia del derecho internancional público, disciplina fundada siglos antes por Francisco de Vitoria. Su mayor renombre se debe a su obra jurídica, especialmente al tratado, escrito en latín, Del Derecho de la Guerra y de la Paz, que fue publicado por primera vez en Amsterdam en 1625. De esta obra se dice que llegó a ejercer una influencia extraordinaria, porque “en ella se expone históricamente cómo los pueblos se comportan unos con los otros en las relaciones de la guerra y de la paz, y cuales son las normas que entre ellos se siguen” (Hegel, Lecciones sobre la historia de la filosofía, México, FCE, 1981, tomo 3, p. 330). También sobre la calidad y el alcance de su pensamiento, el filósofo Dilthey nos dice: “su erudición universal estaba al servicio de la obra de establecer un nuevo orden de la sociedad, independiente de las religiones, basado en la razón, de atemperar las luchas confesionales y poner, si posible, término a ellas. Con éste propósito desarrolló una jurisprudencia universal, un derecho natural y un derecho de gentes” (Dilthey, Hombre y mundo en los siglos XVI y XVIII, México, FCE, 1978, p. 288). Por tales razones, el objetivo de este artículo es citar los comentarios de algunos historiadores del pensamiento político acerca del de Grocio, y hacer el esfuerzo por presentar un esquema de sus ideas acerca del derecho de guerra y paz.

Con la quiebra del intento medieval de monarquía universal y con la subsiguiente aparición de los Estados nacionales, a fines del siglo Xv, comienza el ciclo moderno de la convivencia internacional, cuya elaboración requiere dos siglos para adquirir una forma estable. Durante ese tiempo, entre otras cosas, el intento de la colectividad internacional fue hacer un esfuerzo teórico por lograr acuerdos internacionales, una ley y organización internacionales, y es ahí donde se inscribe la obra de Grocio, quien reconoce la sociedad de estados cristianos como una colectividad autónoma (M. Amadeo, Por una convivencia internacional, Madrid, 1956, p. 31).

Los pensadores políticos del siglo XVII eran decididos racionalistas, tenían una fé casi ilimitada en el poder la razón humana como el árbitro supremo y la medida de todas las cosas. Sus principios políticos los derivaban de la naturaleza del hombre y de la naturaleza del Estado. Su método de reflexión era tanto analítico como deductivo. El racionalismo político del siglo XVII fue, además, un rejuvenecimiento de las ideas estóicas. Pero, las teorías políticas de la época, aun discrepantes en sus medios y fines, tenían todas una base metafísica. Y el pensamiento metafísico se anteponía al pensamiento teológico (E. Cassirer, El mito del Estado, México, reimp. 1982, p. 195). Hugo pertenece a la corriente iusnaturalista y racionalista de tal siglo.

Ahora vamos a acercarnos a las ideas políticas de Grocio. Aunque su producción más divulgada es aquella que trata de la teoría del derecho internacional, él estudió también la teoría de la soberanía y del derecho natural, porque, como dice Theimer “sin la existencia del derecho natural, le hubiera sido difícil dar vida a su derecho internacional” (W. Theimer, Historia de las ideas políticas, Barcelona, 2a. ed., 1969, p. 119), pues no no hubiera podido darle fundamentación al mismo tal como lo logró.

Grocio expuso la teoría de un derecho natural puramente secular, basado en la doctrina de los estóicos y libre de la autoridad eclesiástica. Consiguió así separar la ley natural de sus bases teológica y cristiana, tal como se había comprendido en la Edad Media. Solo así pudo situar al derecho al margen de los conflictos imperantes en materia de religión. Grocio retornó a la base común y racional de todo el derecho, la que fue generalmente reconocida por los humanistas cuando redescubrieron a los estóicos. Sobre esa visión de conjunto fundó su tratamiento del derecho internacional, entendiéndolo y formulándolo como aque al cual los soberanos deben sujetarse por la razón (C.J. Friedrich, La filosofía del derecho, México, reimp. 1980, p. 101). El derecho natural no es para Grocio ninguna convención, sino el origen de todas las convenciones. Su definición del derecho natural es la siguiente: ““consiste en ciertos principios de la razón recta que nos hace conocer que una acción es moralmente honrada, según la congruencia o desacuerdo que tenga con una naturaleza razonable y sociable” (H. Grocio, Del derecho de la guerra y de la paz, Madrid, 1925, tomo I, p. …).

Para Grocio, el hombre no es un ser social a consecuencia de su propio egoísmo individual, sino porque estaba dotado de instintos innatos de sociabilidad. La capacidad de obrar con fines sociales y altruistas es algo dominado (imperado) por la biología, constituyéndose por ello en fundamento biológico y a la vez explicación racional del derecho natural (W. Theimer, obra citada, p. 120). Grocio, hizo de la sociabilidad humana la base ontológica de la comunidad y de todo derecho (C. J. Friedrich, obra citada, p. 167). Esto también lo recalca Mayer de la manera siguiente: “Una honda creencia humanitaria en los instintuos sociales y altruistas del hombre formaron el fondo del sistema del derecho la naciones expuesto en la obra de Grocio; él estaba convencido de que las ideas legales y morales podían llevar a los estados a la paz” (J.P. Mayer, Trayectoria del pensamiento política, México, FCE, 1981, p. 104).

Para ampliar la interpretación del derecho nartural de Grocio citaremos por último lo siguiente: "Parte de la distinción del derecho natural y positivo entre los antiguos. Determina el derecho natural por los caracteres de su inmutabilidad y consenso de todos los pueblos. El derecho positivo lo señala como arbitrario, condicionado por el establecimiento de la voluntad. El derecho humano arbitrario nace, de un círculo estrecho, de la voluntad del padre o del señor, en un círculo más amplio, de la autoridad civil, y en el más amplio de todos, de la voluntad común, es decir, del convenio internacional de varias naciones. Por eso el derecho que va más allá del derecho natural descansa en el convenio, y éste recibe su fuerza obligatoria del derecho natural. El derecho positivo, las instituciones, se fundan en situaciones independientes de la voluntad de los hombres. Toda la jurisprudencia contiene preceptos o principios últimos inmutables, los mismos en todos los pueblos y fundamos en la naturaleza de las cosas" (W. Dilthey, Hombre y mundo en los siglos XVI y XVIII, México, FCE, 1978, p. 289).

Según Theimer, Grocio completó el concepto de soberanía interna con el de la soberanía externa. El gobierno y la legislación dentro de cada estado es soberanía interna, la externa consiste en las relaciones entre los estados. El mundo es una sociedad de estados soberanos, y solo los países soberanos merecen la denominación de estados (W. Theimer, Historia de las ideas políticas, Barcelona, 2a. ed., 1969, p. 120). Con respecto al concepto de soberanía externa, descrito y sistematizado por Grocio, Serra Rojas nos dice: “La soberanía traduce el principio de igualdad de las naciones en sus relaciones recíprocas y en su actuación solidaria ante los organismos internacionales, cualquiera que pueda ser su extensión o caracteres” (A. Serra Rojas, Ciencia política, México, Porrúa, 1983, p. 484).

Y, de acuerdo a la exposición de Theimer, Grocio afirmaba que si bien no existe en el mundo un poder superior sobre todos los estados, cada uno ha de seguir determinadas reglas jurídicas en las relaciones con los demás, y que tales reglas no son otras que los principios del derecho natural; y aconsejaba además que los estados deben atenerse a los tratados que en cada caso particular hayan acordado; todo con el fin de garantizar cierto orden armonioso entre aquellos. El derecho internacional público viene así a poner orden en el caos de los estados soberanos, ya que éstos regulan sus relaciones por medio de los tratados, y por el recíproco reconocimiento de su soberanía. Y en cuanto a la guerra, los estados deben respetar las limitaciones que impone el derecho, y es aquí donde Grocio formuló ciertas reglas fundamentales de derecho de gentes que hoy todavía rigen, y que en tiempos recientes han sido acogidos en convenciones tales como las de Ginebra y La Haya (W. Theimer, Historia de las ideas políticas, Barcelona, 2a. ed., 1969, p. 122).

El tratado de Grocio, Del Derecho de la Guerra y de la Paz, es sumamente extenso, exhaustivo en su tema, plagado de ejemplos históricos y de citas eruditas, de tal manera que no podríamos hacer aquí un resumen de todos sus planteamientos y principios que hiciera justicia a su riqueza analítica y conceptual; por lo cual, en primer lugar, nos limitaremos a trasladar el esquema que el propio autor hace de su obra; y luego, a exponer algunos de sus principios filosóficos relativos a la guerra. Grocio en los “Prolegómenos” de su obra dice: “Pues en el primer libro examinamos la cuestión general del origen del derecho; si hay alguna guerra justa; después, para conocer la diferencia de la guerra pública y la privada, hemos tenido que explicar el valor mismo de la autoridad suprema, qué pueblos la tienen, qué reyes completa, cuáles en parte, cuáles con el derecho de enajenar, cuáles la tienen de otra manera; después hubo de tratar sobre los deberes de los súbditos, para con los superiores”. Después, continúa así: “El libro segundo, ya que tomo a su carga exponer todas las causas, por las que se puede originar la guerra, desenvuelve largamente, qué cosas sean comunes, cuáles propias, qué derechos poseen unas personas sobre las otras, qué obligación nazca del dominio, cuál sea la norma de la asociación de reyes, qué produce el pacto o el contrato, qué fuerza e interpretación tienen las alianzas, cuál el juramento ya privado ya público, que se debe por el daño causado, cuál he de ser la honradez de los legados, cuál el derecho de enterrar a los muertos y cuál es la naturaleza de las penas.” Y, con respecto a la siguiente parte dice: “El tercer libro, que tiene por objeto propio y peculiar, lo que es lícito en la guerra, después de distinguir lo que se practica impunemente, o también lo que pueblos extraños se da por lícito, de lo que carece de falta, viene a las clases de paz y a todos los convenios” (H. Grocio, Del Derecho de la Guerra y de la Paz, tomo I, p. 25-26).

Del libro tercero, pues, tomamos algunos principios relativos a lo que se considera lícito en la guerra, de acuerdo al derecho natural. Grocio dice:

-Sobre los derechos que se posee: “Las cosas que son necesarias al fin del derecho, tenemos derecho a ellas”, porque derecho “significa la facultad de obrar con sólo el respeto de la sociedad”. Así, se tiene derecho a defenderse del que nos ataca; a invadir temporalmente la propiedad ajena que significa un peligro para nosotros; y a arrebatar a otro lo que sea de mi propiedad y lo haya tomado.

-Acerca del derecho a defenderse de nuestros atacantes y de sus cómplices: “Nuestro derecho (a defendernos) no se ha de considerar por sólo el principio de la guerra, sino también por las causas subsiguientes…”. Así, es lícito defenderse de los que se unen a otro para atacarnos y por su propia voluntad. Y los que se “mezclan en guerra injusta, se obligan a resarcir los daños y gastos, porque hacen daño culpablemente.

-Sobre los derechos que devienen de nuestros actos de resarcimiento: “Al derecho de obrar siguen muchas cosas indirectamente y fuera del propósito del agente, a lo cual de suyo no habría derecho”. Pero, añade Grocio, “para conseguir lo nuestro, si no puede tomarse exactamente cuanto se nos debe, tenemos derecho a tomar más, pero con la obligación de restituir aquello en que nos hemos excedido”.
-Con respecto a los combatientes y sus colaboradores, advierte que es lícito luchar contra aquellos que proporcionan cosas necesarias para el daño, como sucede con las armas, pero sólo por mucha necesidad contra aquellos que proporcionan al enemigo “cosas que sirven para el placer”, y otras como “el dinero, los víveres, las naves…” y otras similares.

-Con relación al impacto del conflicto y el uso de estratagemas en el mismo: “Por lo que se refiere al modo de obrar, la violencia y el terror son muy propios de las guerras”, pero con respecto al dolo y a la mentira en situaciones de guerra Grocio hace algunas extensas observaciones que se pueden resumir del siguiente modo: el dolo y la mentira en la guerra puede incluir los engaños,fraudes y cosas parecidas. Pero, el dolo en tanto que puede ser simulación en los actos o mentira en las palabras que se dicen y los signos convencionales que se usan, se admite en unos casos y en otros no. Así, defender las cosas propias y ajenas no es dolo malo, y por ello es lícito ocultar o disimular algunas cosas delante de otros. Entonces, es lícito mentir al enemigo en algunos de las situaciones que se presentan en la guerrra. Pero no es lícito el dolo y la mentira en aquellas cosas que se refieren a los juramentos, a las promesas y a los tratados entre naciones y fuerzas combatientes (todas las citas de este segmento vienen de H. Grocio, Del Derecho de la Guerra y de la Paz, tomo III, p. 268-302).

Con esto terminamos nuestra breve exposición del lugar que ocupa el pensamiento y la obra de Hugo Grocio, y de sus principios acerca de la conducción de la guerra y de los derechos que intervienen en tales casos.

diciembre 01, 2010

Sobre la participación y representación:en la sociedad y las organizaciones 6

Sobre la participación y representación: en la sociedad y las organizaciones 6
Por Francisco Martínez Alas. (2010)

3 Del modo de participar (continuación)

¿Cuántos participantes?- ¿Cuántas opiniones se requiere juntar y sumar para que la participación sea significativa o representativa? Para poder responder a esto, acá hay dos características sobre las que se debe ampliar un poco más: lo significativo y lo representativo. En primer lugar, está el caso de que sea significativa y representativa para y todos los miembros que son parte de una organización o grupo interesado. En donde, por un lado, está el criterio de que la participación mediante opiniones o expresión de lo que les atañe y afecta, sea significativa, lo cual es un aspecto ciertamente más cualitativo, que proceda de la consolidación de opiniones, criterios, demandas y aportes (pero esta consolidación no debe entendida como una simple suma o inventario de las mismas). En cambio, el critero de que sea representativa es un aspecto más cuantitativo, y se refiere al hecho de que la persona representante o el grupo de participantes se encuentre actuando como delegados, comisionados o voceros, y que además debe haber sido electo por una forma de mayoría reconocida. De cualquier manera, tanto para elegir a los representantes como para llegar a un acuerdo o consenso, debe haberse dado un proceso de elección y de consulta previos. Aunque, volveré a tratar este punto en un apartado posterior de este ensayo, ello tiene mucho que ver con el manejo de las relaciones entre y presiones de las mayorías ante las minorías, y de las minorías ante las mayorías.

En segundo lugar, ya que lo antedicho se refiere más bien al caso de una sola organización o de un grupo que se pone de acuerdo para hacer y decidir algo, e integrar o expresar su posición, es preciso hacer énfasis en que ninguna entidad, organización o grupo representa a toda la sociedad o la opinión de toda la población de una nación, región, zona o comunidad. Eso signfica que también se debe efectuar una evaluación de qué tan representativa –cuantitativa y cualitativamente- es la participación de tal grupo dentro de la población en general, y su sector, gremio, zona geográfica, y el conjunto de organizaciones equivalentes o posibles.

Asimismo, si existen propuestas y participaciones relacionadas o vinculadas, sobre un mismo caso o situación, o acerca de un mismo proceso decisorio o una misma línea de acciones a seguir, se debe realizar una consolidación teórica, sistemática, técnica y práctica de las propuestas o exigencias de todos los grupos participantes, y contrastarla con los efectos y consecuencias en los grupos o comunidades existentes aunque no estén participando. Así es cómo se sabrá con certeza de cuántas participaciones y cuántos participantes son necesarios.

Contribución a la solución y ejecución.- Ya mencioné que una de las manifestaciones y expresiones de la participación es la presentación de opiniones y propuestas para que se lleven a cabo ciertas acciones o se tomen ciertas decisiones con respecto a asuntos que le interesan a una nación, provincia, sector, organización, comunidad o un grupo de personas involucradas o afectadas; y otra, la de aportar criterios para evaluar y validar propuestas como ésas. Pero, un problema se solucionará, o una necesidad se subsanará si y solo se actúa, es decir, si las entidades correspondientes ejecutan programas o proyectos específicos para ello; y si se trata de procesos participativos, tales programas y proyectos deben estar conformes a todo lo discutido, negociado, consultado, consensuado y aprobado por las partes interesadas y afectadas.

Ahora bien, las entidades que fungen como autoridad, los grupos interesados, y los especialistas, consultores y consejeros proporcionan criterios válidos y viables, y toman las decisiones necesarias conforme el papel que les corresponda, pero en algunas ocasiones se requiere apoyos adicionales para responder al cómo de la solución a ejecutar. Es decir, que se trata de aportes que se suman a la decisión ya tomada, y ayudan a realizarla. Es acá donde aparecen las partes cooperantes y asociadas a la ejecución de programas y proyectos, cuya contribución consiste en alguna de las siguientes clases, a veces en forma combinada, y también constituye un modo de participación: a) Proporcionando recursos materiales y financieros a los ejecutores de los proyectos y a sus respectivos contratistas; b) colaborando mediante trabajo voluntario, el cual puede provenir de los miembros de la propia comunidad, de instituciones educativas, de otras organizaciones sin fines de lucro, o de visitantes extranjeros; c) facilitando asesoría y asistencia técnica por medio de expertos, especialistas y practicantes; d) brindando nuevos criterios que contribuirán a la amplitud y corrección del esfuerzo inicial y preparar etapas posteriores de las acciones que se ejecuten; y e) dando recursos adicionales para el mantenimiento, actualización, ampliación, replicación de las obras tangibles e intangibles resultantes de la ejecución de un proyecto.

Tales partes y contrapartes cooperantes, que participan en la ejecución de los programas y proyectos en tal rol, pueden ser organizaciones civiles o no lucrativas (como las fundaciones), organismos públicos del mismo gobierno, corporaciones publico privadas, organismos internacionales, agencias de cooperación de otros gobiernos y otras similares.

c)Expresión de necesidades: Poder expresar las necesidades que se tienen o se padecen, es otro modo posible de participar. Las sociedades, las instituciones y especialmente los gobiernos deben crear y mantener espacios para que las personas, tanto individualmente, como organizada o comunitariamente, expresen sus necesidades. No se trata, en este caso, tanto de que las personas y grupos ofrezcan planteamientos o formulen proyectos específicos para satisfacer tales necesidades, sino de cómo puedan manifestarlas con la confianza y seguridad de que habrá, en las entidades correspondientes, responsables y expertos que sabrán cómo solventarlas, o qué soluciones proponer a las poblaciones, y que logrados los consensos y rectificaciones que convengan, procederán a destinar recursos y acciones encaminadas a satisfecer aquellas necesidades.

Las necesidades de los humanos, tienen diferentes dimensiones, puesto que además de las que tenemos como seres vivos, parte de un ecosistema, están las esferas de necesidades conformadas y configuradas por los gustos y expectativas personales, como miembros de algún grupo, entidad o comunidad, y como ciudadanos de una nación o estado. Así es como, en primer lugar están las necesidades que se deben satisfacer para sustentar y reproducir la vida, pero no cualquiera en cualquier condición, sino una vida digna y con calidad. Y, no menos importante, por higiene y respeto, las necesidades para la muerte, para que sea digna y ocurra cuando debe ser y no antes, ni contra la voluntad del viviente; y para que, la situación post muerte, permita su justa y debida memoria y la disposición correcta de los despojos.

Existen también, otras dos dimensiones de las necesidades. Por un lado están las necesidades básicas, fundamentales, que no solo consisten en la satifacción de aquellas necesidades vitales del organismo vivo, y la provisión de bienes materiales para el sujeto social, sino también de las necesidades del individuo y de sus identidades, es decir aquellas necesidades intelectivas, afectivas, lúdicas, experienciales y otras, que alimentan su constitución, personalidad, carácter y temperamento. Y, por otro, están las necesidades, que se estructuran y complementan con las anteriores, y son aquellas que se vinculan con las esferas y entornos culturales, los que son múltiples, variantes, transitorios y de contornos y rasgos difusos, en los que habitamos, trabajamos, inventamos y actuamos.

Cómo y cuándo el individuo o varias personas expresan una necesidad, o cuando, las entidades se percatan de lo que los otros necesitamos, tanto como individuos, grupos, o comunidades, es en donde se manifiesta la participación y operan los mecanismos participativos para que tales necesidades se hagan patentes a otros, y ya no solo a los actores y padecientes. Y acá hay cuatro alternativas, no siempre excluyentes unas de otras: a) la realización de un proceso de observación sistemática y de una consulta a los ciudadanos o actores, en el sitio o a través del exámen de un sistema (de infraestructura, de relaciones sociales, comercial o de producción, por ejemplo), que se lleva a cabo del mismo modo que una investigación formal, con la participación de los involucrados; b) determinar las necesidades basándose en cálculos, a partir de lo que se considera fundamental e indispensable, reconocido tanto por las experiencias locales y del extranjero, como por la teoría, y que luego es sometido sometido a crítica y validación por la población que será beneficiada o se verá afectada (como cuando se trata de asuntos tales como el agua, el manejo del riesgo, el impacto ambiental, el transporte, la vivienda, el trabajo, los males sociales y otros); c) cuando lo que se trata es de ejecutar programas y planes impulsados por un cambio revolucionario, el cual parte tanto de una posición ideológica, como de una visión tecnocrática y de un involucramiento de los grupos sociales y las comunidades para intentar satisfacer ciertas necesidades consideradas prioritarias; y d) desarrollar capacidades individuales y grupales, en la población en general y en especial en las comunidades, para la participación social activa y proactiva, a la par que las políticas de los gobiernos nacionales y locales abren la posibilidad de que surjan iniciativas y propuestas entre la sociedad civil, que denotan acuerdos y consensos logrados, exigen soluciones, y tienen disposición para negociar razonablemente con autoridades, otras entidades, los propios miembros participantes y otras localidades.

noviembre 23, 2010

Sobre apoyar y rechazar a ciertos autores 4

Sobre apoyar y rechazar a ciertos autores 4
Por Francisco Martínez Alas. (2010)

2 Los autores, los lectores y el impacto de la reputación (continuación)

Autores nuevos, novísimos y novatos
No es lo mismo tratar acerca de autores ya conocidos, publicados, citados y referenciados en múltiples sitios; o comenzar la lectura y análisis de una obra cuyo lugar en la ciencia y la cultura ya ha sido asegurado (y a veces resulta casi indiscutible e inevitable); a enfrentarse a una obra que no solo es nueva para un lector cualquiera sino también entre las publicaciones de una disciplina o sobre un tema en particular.

Voy a usar aquí la terminología de autores nuevos, novísimos y novatos, para exponer e ilustrar tres situaciones distintas. En primer lugar, voy a referirme a los autores nuevos como aquellos que publican nuevas obras, tales como libros, artículos y documentos, en los medios usuales. Es decir, que publican por medio de compañías editoriales, en periódicos (impresos o en línea), y en revistas y journals, por lo que su promoción y comercialización en el mercado editorial y en el ámbito académico y científico está ya delineado y afianzado. Además, tales obras tienen la calidad y profundidad esperada y requerida conforme a los estándares de la entidad que los publica. Y, por otra parte, aunque sean obras nuevas, poseen contenidos usuales, y desarrollados de maneras similares a lo que ya existe en un determinado campo, y sus virtudes están dentro del rango promedio en obras semejantes, por lo que satisfacen eficazmente necesidades varias de información, formación y conocimiento.

Enseguida están los autores quienes, usando los mismos canales y medios que los anteriores, se merecen el epíteto de novísimos, porque representan alguna novedad diferente de lo acostumbrado, presentan una nueva interpretación acerca de un problema, exhiben un hallazgo propio sobre un asunto, o formulan una teoría que pretende explicar lo que antes se mostraba confuso, indefinido o dudoso, entre otras innovaciones importantes. Es posible que tales autores lleguen a constituirse en paradigmas, en figuras inevitablemente citables, o en personajes, frases o conceptos que siempre se evocan cuando se está hablando de un cierto tópico o se está tratando de resolver determinada dificultad.

Por último, llamaré autores novatos a aquellos que escriben y publican, pero no lo hacen bien, independientemente de la fama y la posición en el mercado que alcancen. Porque, no basta que un texto esté bien redactado y que aparezca en el mercado como impreso o como publicación digital en la red para que sea considerado como obra de buena y docta calidad. Porque la mala calidad de una obra se nota primero en su aspecto externo, y luego, se descubre en su examinación y lectura. Así, a lo primero que nos enfrentamos ante un texto es su apariencia general: su tamaño, las portadas, el tipo y dimensión de la letra, y otros aspectos físicos. En algunos casos, una baja calidad impresa o de presentación gráfica puede provocar una reacción negativa anticipada ante el texto, y peor aun cuando la redacción de todo el texto es deficiente, con lo que luego la sospecha inicial se ve confirmada por la pobre expresión y exposición de las ideas y datos que hizo el autor, como sucede con las obras de redactores novatos e investigadores inexpertos. No está de más decir, que los escritores novatos si se esfuerzan en mejorar sus competencias y capacidades, y en aprender a usar herramientas de razonamiento e investigación pueden llegar a convertirse en grandes autores y escribir obras de gran calidad y profundidad.

Autores que conocemos personalmente
Un autor tiene tantas facetas como cualquier otra persona, pero una de sus facetas es especial, es la que lo convierte en un escritor, y por medio de ella canaliza sus impresiones y críticas acerca del mundo que lo rodea, y parte de ese mundo, son las personas que lo circundan como sus próximos, es decir, familiares, amigos y colegas. Durante la relación con ellos, el autor puede compartir sus ideas, proyectos y sus textos en ciernes. En algunos círculos, de autores profesionales y académicos especialmente, los próximos colaboran con el autor comunicando sus opiniones, haciendo sugerencias, y hasta corrigiendo o invitando a enmendar los datos y las premisas de un escrito que se les ha hecho llegar a sus manos. Algunos autores mantienen correspondencia con otros autores, así como con sus familiares y amigos, y en las cartas y mensajes que envían y reciben, comparten sus ideas y consultan sobre las opiniones de los demás. Tales aportes son muy valiosos para un autor que está escribiendo, porque le permiten descubrir enfoques y ángulos nuevos de los problemas que está tratando de exponer. Por eso, se acostumbra poner alguna nota de agradecimiento a todas aquellas personas que hicieron posible la culminación de una obra y su publicación con sus breves pero influyentes contribuciones.

Además, para un autor –ya sea reconocido o nuevo- las relaciones interpersonales, significan mucho como capital social, y se obtienen muchos beneficios en la conformación de y en la participación activa en redes sociales (y no solo las tan famosas actualmente en internet). Así, por ejemplo, un amigo en el extranjero puede abrirle las puertas a un autor en diversos y específicos círculos (desde literarios hasta políticos) en otro país, o los contactos personales de un autor pueden allanar su camino para ganar presencia en los ámbitos culturales, editoriales y académicos.

Además, para un autor –ya sea reconocido o nuevo- las relaciones interpersonales, significan mucho como capital social, y se obtienen muchos beneficios en la conformación de y en la participación activa en redes sociales (y no solo las tan famosas actualmente en internet). Así, por ejemplo, un amigo en el extranjero puede abrirle las puertas a un autor en diversos y específicos círculos (desde literarios hasta políticos) en otro país, o los contactos personales de un autor pueden allanar su camino para ganar presencia en los ámbitos culturales, editoriales y académicos.

Al ser amigo de un autor, y compartir con él no solo su vida real de ciudadano común, sino también su vida intelectual y creativa, eventualmente llegamos a formar parte de sus referentes teóricos, y a ser objetos de estudio, o ser tomados como casos de ejemplo, y hasta a ser su fuente de inspiración. Porque los escritores acostumbramos incorporar algunos rasgos físicos o de personalidad, acontecimientos de las vidas que llegamos a conocer, y a tomar prestadas las ideas y palabras de nuestros amigos. En ocasiones, el papel anterior se invierte, y aquellos que han sido amigos y cercanos de autores, luego escriben trabajos y memorias sobre ellos, y por ello pueden ofrecer una imagen suya más íntima, y develar detalles insospechados o confirmar intuiciones ya previstas sobre su personalidad, su vida, sus métodos y sus hallazgos. Tales memorias sobre autores constituyen una fuente de consulta importante para los que hacen y escriben estudios y comentarios sobre sus obras.

La intimidad con un autor, modifica la percepción y la valoración de sus obras, textos e ideas. La reacción de alguien, al recibir un texto de un autor que conoce personalmente puede adquirir diversos matices: Desde ignorarlo bienintencionadamente porque se cree que ya se conoce lo suficiente al autor como para no leerlo, hasta condescender demasiado con él y olvidarse de hacer una lectura crítica del texto. Pero, no es eso lo que un autor espera de sus cercanos y camaradas intelectuales. La expectativa de un autor cuando le envía a sus conocidos, colegas y amigos sus manuscritos o textos, es precisamente, recibir de ellos una retroalimentación crítica. Cuando nosotros, en nuestro papel de autores, decidimos compartir con otros, sean nuestros amigos o colegas, nuestros ensayos, proyectos y manuscritos, esperamos recibir de ellos, no un reporte de inspección y censura, sino un comentario inteligente acerca de las ideas, juicios y premisas, estructuras conceptuales, métodos utilizados, categorías construidas, interpretación de los hechos y los datos, fuentes utilizadas, y conclusiones a las que llegamos. Nosotros como autores, hacemos y haríamos esto mismo con los textos que recibimos de nuestros cercanos.

Percusión y repercusión de las ideas
Acá quiero hacer una reflexión sobre la diseminación de las ideas usando la metáfora musical de la percusión. La percusión consiste en golpear o percutir un objeto, en ese caso un instrumento musical de los que se percuten, para producir determinados sonidos o efectos distintos de los que producen los instrumentos de viento o de cuerda, entre otros; en tal caso, la percusión no se hace para destruir o dañar el objeto percutido, sino solo para generar entre los dos objetos que chocan un sonido o serie de sonidos en particular, cuya naturaleza dependerá de la forma que tiene el instrumento y del material de que esté hecho el instrumento a ser golpeado -que a veces puede ser casi monótono-, y del objeto que sirve para golpear. Entonces, hay un objeto destinado a ser golpeado y otro a golpearlo.

Entonces, en cuanto a la percusión de las ideas podemos decir que ciertas ideas o doctrinas percuten o son percutidas en el sentido de que constituyen un objeto percusor que choca o golpea con su influencia y su fuerza monótona sobre objetos percutidos o percutibles, cuyo papel es recibir el impacto y producir la respuesta correspondiente, pero sin más. Como fenómenos de percusión de las ideas en tal sentido se pueden mencionar: a) La utilización de los nombres de los autores como figuras a ser adoradas o denostadas, en base a atribuciones estereotipadas a su imagen y pensamiento; b) la asignación de nombres de categorías y conceptos, de corrientes y movimientos –usados como objetos percutores-, que se usan como etiquetas a ser pegadas o adheridas a casi cualquier cosa, y particularmente a hechos, acontecimientos y circunstancias, como si con tal asignación se le otorgase autoridad al asunto, sin ocuparse de si en realidad existe alguna concordancia entre el nombre usado y vaciado de contenido y contexto, y el evento que resulta etiquetado con el mismo; c) la formación de ciertos “ismos”, de sistemas de creencias, bajo viñetas, banderas o consignas abstraídas de sus fuentes originales y trastocadas, que luego son percutidas sin crítica y se pretende que sean aceptadas sin discusión, modificación, ampliación o puesta en duda, y que solo persiguen la adhesión a las mismas; d) la conversión de algunos principios, conclusiones o puntos importantes del pensamiento de un autor en la explicación única y última posible, o como si aquellos fueren una especie recetas, esquemas o fórmulas con atribución casi mágica, que se pueden aplicar a ciertas situaciones o problemas, para obtener supuestos resultados contundentes, sin valorar otros factores y aspectos; y e) cuando una categoría teórica específica, o un concepto originalmente complejo o aplicable a un caso particular, como un evento histórico u otro acontecimiento memorable, se invierte, pervierte o deviene en una especie de palabra simple que se termina usando sin fundamento.

La repercusión de las ideas, se refiere a un impacto más profundo y complejo de las ideas e idearios de un autor o de una escuela de pensamiento, que si bien comienza con la mención de los autores y la cita de pensamientos y argumentos de las fuentes originales, o con la rememoración constante de aquellos que son reconocidos como precursores o acuñadores de una categoría o explicación, va mucho más allá, porque el repercutir implica un contacto, un reflejo o un eco de lo pensado y ya dicho, pero también un cambio de dirección y ruta para los objetos que se tocan. Cuando las ideas o cuerpos de ideas repercuten en la sociedad, en las ciencias, en otros pensadores, significa que las ideas y obras anteriores contactan con las posteriores, y generan otros idearios o sirven de inspiración para otras obras. Como fenómenos de repercusión de las ideas de un autor, podemos mencionar: a) Cuando se retoma el espíritu, el impulso, la motivación, o la fuerza del ideario de un autor, para generar una corriente de deliberación y crítica, con diversos enfoques y vertientes, que si bien lo ocupan como fuente de inspiración o de partida, desarrollan su propio cauce; b) cuando la imagen del autor, y no precisamente la figura de su efigie en cuanto tal, sino lo que ésta representa, es decir, su valor y sentido comunicante de las ideas y principios de aquel, se convierte en un referente, que se puede colocar en un sitio para dialogar y debatir con él, o para compararlo y confrontarlo con las imágenes y reflejos de otros autores; c) cuando los métodos, procedimientos y herramientas utilizados se retoman, adaptan y actualizan, gracias a sus facultades y potenciales; d) los datos compilados en los estudios e investigaciones son tales y con tanta validez que se pueden usar como punto de partida, de comparación, o como marca de referencia, en otras investigaciones de la misma o de otras disciplinas; y e) cuando ciertos conceptos y categorías, únicos y en cierta forma ejemplares, no solo se recuerdan, se citan y se usan mencionando a su autor, sino que también quienes lo hacen, pueden definirlos con exactitud y al mismo tiempo hacer crítica del mismo, de manera que el concepto original se enriquece con nuevas interpretaciones y aplicaciones.

Por último, se da una repercusión relevante de la obra, las ideas y el pensamiento de un autor, cuando tales generan tendencias positivas o negativas, a favor o en contra, como corrientes de pensamiento que convergen y divergen durante la época de su aparición y a lo largo de las décadas y siglos posteriores. Y en tales corrientes, los aspectos importantes que se deben considerar son los de la atribución y del prestigio (o adhesión) que algunos autores logran u obtienen. Y tal cosa se manifiesta, al menos, de cuatro maneras: a) Un autor obtiene adherentes (o seguidores) cuando se le atribuye alguna virtud, característica o aportación al arte, la ciencia o la sociedad, según se valoren las cualidades estéticas, técnicas, analíticas o explicativas de sus obras, textos y argumentos, en tal caso, se trata de un prestigio positivo; y tales adherentes no sólo le dedicarán comentarios y estudios a un autor, sino también generarán la presencia continua de sus ideas y su imagen –todo ello a veces sostenido solo por factores emotivos o sentimientos dogmáticos-; b) pero, un autor puede también generar posiciones y reacciones contrarias, es decir, un fama mala y negativa, cuando aparecen detractores de sus ideas y propuestas, quienes se encargan de escribir y exponer críticas en las que se hace notar sus falencias y carencias –justificadas o no, ya que acá también puede incidir el sentimiento o la fe-, o se le oponen argumentaciones basadas en otras perspectivas o informaciones; c) también existe un segmento de lectores neutros, es decir, aquellos que leen y ven a los autores, como parte de su formación académica, de sus prácticas de ocio, o de su consumo cultural y mediático, y que se conformarán con disfrutar o completar la lectura del texto, aprender algo del mismo, pero sin ir más allá, ni hacer nada más con ello; y d) por último, está el segmento de los lectores críticos (que no están interesados en ser adherentes, ni detractores), que valoran los elementos y aportaciones sólidos y bien fundamentados de un autor, pero que también señalan, analizan y critican, todos los yerros y puntos débiles que tengan sus argumentaciones y afirmaciones, podría decirse que estiman y calculan en su justa medida el lugar que merece un autor.

Y con relación a estos dos últimos puntos que acabo de mencionar (el del impacto y el del prestigio de un autor y de sus ideas u obras), se debe poner atención a la diferencia sutil que hay entre el impacto y la contribución que un autor puede tener ulteriormente. Ello porque no basta que un autor sea por todos conocido y nombrado, también se requiere que sea citado, aplicado y criticado para garantizar que su contribución a la ciencia y al arte en cualquier campo sea válida y efectiva, así como valuada y merecida. Yo pienso que este aspecto puede verse de dos maneras: a) Por un lado, está el impacto directo, más o menos profundo, que consiste en realizar un descubrimiento, determinar un nuevo enfoque para observar hechos o fenómenos, establecer un método distinto, hacer una invención útil, llevar a cabo una nueva sistematización o interpretación de procesos o contribuciones diversas, imaginar y trazar el modo de ejecutar un cambio, aportar criterios de prospección, y por ende es una contribución mayor al inventario y al cuerpo de la ciencia; y b) por otro está el impacto indirecto de un autor, el cual, aunque es reconocido como fama obtenida (en cierta forma inmerecida, y gracias a sus seguidores) por algunos de sus escritos, apariciones públicas, desatada por su actitud reactiva o por su participación acusatoria, aunque en realidad nada de eso aporta o ha aportado mucho al crecimiento y progreso de las ciencias y las artes, porque no tiene suficiente hondura o carece de exactitud. Sin embargo, merecido o no el lugar que ocupan, profusa o no la calidad y provecho de su ciencia, ciertos autores ganan devotos, que les rinden culto, les levantan altares, y repiten su palabra como formulas rituales o verdades reveladas e infalibles; o, tienen su buen nombre tan bien asentado, que pocos se atreven a criticarlos negativamente y refutarlos con fundamento racional y prueba objetiva –aunque los posean- para no correr el riesgo ser mal juzgados y vistos por la comunidad intelectual o la opinión pública y común.

Solo me resta repetir, en síntesis, lo que ya dije antes sobre la validez y vigencia, ambas cosas se mantendrán, para un autor, sí y solo sí, sus obras y su pensamiento tienen sentido, significado, aplicación, o son una respuesta a algo, y siguen siendo atribuibles a su nombre, su efigie, su memoria, y su contexto, con la confianza, calidad y veracidad que le corresponden y le compete.

octubre 11, 2010

Sobre la participación y representación: en la sociedad y las organizaciones 5

Sobre la participación y representación: en la sociedad y las organizaciones 5
Por Francisco Martínez Alas. (2010)

3 Del modo de participar (continuación)

Criterios.- No todas las opiniones son válidas, en tanto que algunas no lo son. La opiniones válidas son aquellas que cumplen con ciertos requisitos que atañen a su presentación y pertinencia, y otros que tienen que ver con su contenido, el cual debe estar apegado a la lógica, a los hechos, a ciertas certezas, a algunos métodos, entre otras cosas. Una opinión que se presenta incompleta, con defectos o errores, o en un momento en el cual ya no es de utilidad y por lo tanto ya no es pertinente, respectivamente, carece de validez o la pierde.

Para poder juzgar y evaluar una opinión se necesita poseer y dominar conocimientos técnicos, a veces especializados, además de algunos datos, acerca del contenido de la opinión. Y además de tales conocimientos, herramientas mediante las cuales se pueda analizar y valorar los aspectos y factores claves de la propuesta incluida dentro de la opinión, así como los impactos y consecuencias que impliquen. En un proceso participativo debe existir un procedimiento y reglas para la recepción de la opinión, por cualquiera de los canales y en cualquiera de los medios permisibles que hayan sido aprobados y se encuentren en operación. En tal proceso, es indispensable que exista una comisión o comité evaluador, o grupo de estudio, con el apoyo de asesores especialistas para cada propósito particular, cuya tarea será analizar y evaluar desde las ciencias, la ley, la ética, el impacto social y ambiental, y la lógica, y cualquier otro aspecto que sea necesario, toda propuesta y toda opinión. Además, toda opinión participante requiere de una respuesta. Respuesta que puede consistir en generar otra opinión a favor o en contra, de apoyo o de rechazo, de revisión o de complementación. Y también en tomar la decisión de actuar en consecuencia, de darle seguimiento y asignar los recursos que se necesiten, y de delegar en las personas e instituciones idóneas el que se ejecute lo aprobado por tal grupo.

Además de participar otorgando su opinión, otros pueden hacerlo proporcionando ciertos criterios que pueden usarse o aplicarse para analizar y evaluar las opiniones y las propuestas de otros. Así, quien participa otorgando tales criterios, especialmente si se trata de casos y de conocimientos técnicos, tecnológicos, científicos y especializados, se limitará a otorgar y exponer ciertas reglas, consideraciones, advertencias y avisos que se deben ocupar y tomar en cuenta para juzgar la participación de otros.

Yo propongo aquí, los siguientes criterios de validez para evaluar propuestas ajenas: 1) Toda propuesta u opinión para participar debe ir dirigida a un destinatario individual o grupal particular e idóneo, para la finalidad que desea alcanzar, pues una participación no es igual a una noticia o anuncio públicos, y deben recibirla o escucharla aquellos que pueden proceder con ella; 2) la extensión del texto, cuando se trata de una propuesta escrita, o la duración del documento, cuando se trata de medio audiovisual, deben ser las adecuadas para contener todo lo que se quiere y se requiere decir, y al mismo tiempo, para que pueda ser apreciada, estudiada y valorada correctamente, en el escaso tiempo que se tiene para atender cualquier cosa, y evitar así que algo importante y necesario se ignore, por ser demasiado larga; 3) la opinión debe estar estructurada, siguiendo las pautas usuales de organización del contenido por secuencias de tiempo o espacio, jerarquía de asuntos, pasos a seguir, exposición de funciones, causas y efectos, y otros similares, según convenga a la situación, al tópico y a los objetivos; 4) los objetivos o pretensiones, deben estar bien formulados y cumplir con los requisitos acostumbrados para que sean dimensionables y realizables, entre otros criterios, y deben estar sustentados por argumentos válidos; 5) toda la propuesta, el conjunto de la opinión y sus partes, debe poseer coherencia interna, y debe estar redactada en forma comprensible –aún en sus contenidos técnicos y especializados- para todos los posibles públicos o audiencias que actuarían como agentes decisores respecto de la misma; 6) deberá haber sido presentada con pertinencia, tanto en lo que se refiere al asunto principal que contiene, el cual debe estar acorde con la circunstancia en la cual se intenta participar, como en cuanto al tiempo cuando se entrega, ya que la ocasión debe ser propicia, y además debe considerarse el tiempo que se requiere para hacer un estadio y apreciación razonable de la misma; 7) su cotenido debe tener validez técnica y lógica, como ya se mencionó, pero también, aquello que se propone, o se pide, se exige, se persigue y se sugiere, debe ser viable, en tanto que pueda ser realizable conforme a los recursos de todo tipo que se poseen o se puedan conseguir; 8) y debe estar suscrita por una persona, o grupo de personas, o por los representantes legítimos de una entidad u asociación de personas.

Criterio de inclusión o exclusión.- Paradójicamente, es virtualmente imposible incluirlo todo en un espacio o entorno limitado, pero sí es posible excluirlo todo hasta crear un vacío. Si traemos a discusión las nociones y prácticas de inclusión y exclusión en el ámbito de la participación en lo político, en la acción social, en la deliberación institucional, en el desenvolvimiento comunitario, y otros parecidos, nos encontraremos con una situación similar, pero que adquiere comportamientos y significaciones distintos. En ésos ámbitos, los extremos imposibles son admitirlo todo, y el negarlo o rechazarlo todo. No se podría admitir toda clase de propuestas, sugerencias, peticiones, intenciones, propósitos y metas, porque ahí habría contradicciones, exclusiones y negaciones mutuas, y redundancias. Y tampoco se podría excluirlo todo, porque ello conduciría a un estado de inacción y de vacío en los cuerpos institucionales o agentes decisores y evaluadores. Además, el negarlo todo, resulta contradictorio porque también se tiene que negar la negación. En ambos casos, la inclusión y la exclusión total se torna imposible de operar y ninguna decisión o acción sería efectiva.
Por ello, se requiere la práctica de la inclusión y de la exclusión, ya que funcionan como una puerta, como un mecanismo binario, como un interruptor de encendido o apagado. Pero, para hacer que la inclusión y la exclusión sean más justas, lógicas y efectivas, se requiere determinar sus criterios de operación, evaluación y aplicación.
Los diferentes filtros que se usan para excluir o incluir, para usar una imagen gráfica, se asemejan a un colador como los que se usan en la cocina, o de manera más complicada, a los que tienen algunas máquinas para evitar que partículas extrañas y dañinas la afecten. Así, la malla de filtrado de un colador puede variar en tamaño, de manera que lo que se cuela se disgregue y se convierta en un fino polvo o uniformente grueso, como si se quisiese obtener cosas de mejor calidad y mayor efectividad, o para ser tratadas de una manera equivalente, si se tratase de ideas y opiniones, y ello sería más incluyente; o también pueden variar en la forma de los agujeros, de manera que solo lo que tiene cierto aspecto y forma puede pasar; ya sea –en ambos casos- para apartar las partículas demasiado gruesas o que no tienen la forma adecuada y permitida, lo que sería un trato más excluyente, por así decirlo. Y, según sea lo que se pretende conservar: lo que cae abajo de la malla o lo que queda arriba en la malla, la perspectiva de la inclusión o la exclusión y de lo que se excluye o incluye también cambia. Ahora bien, los filtros tienen otra característica, y esta consiste en su resistencia, pues existen filtros que soportan la humedad o el calor y otros no; así, un filtro en el ámbito de lo social y de lo político, algunos filtros resistirán los embates de una situación conflictiva o de crisis, y otros no, y ello afectará la naturaleza de la participación en ciertas circunstancias difíciles. Por otra parte, los filtros requieren mantenimiento y evaluación periódicos, para que sigan operando óptimamente conforme a lo que se busca de el o con su aplicación, ser incluyente o excluyente, y de cuál manera.
Si usamos la metáfora del filtro incluyente o excluyente como parte de un mecanismo más complejo, eso nos permite reflexionar sobre otros aspectos. Así, para comenzar, si nos preguntáramos: ¿Cuándo ocurre la inclusión o exclusión?, ¿durante cuánto tiempo opera la misma? Las situaciones posibles son las siguientes: a) Que la inclusión/exclusión sea de carácter permanente, ya sea que las puertas para la participación estén siempre abiertas o, por el contrario, siempre cerradas; b) que los espacios y dispositivos para participar (o que se restrinja hacerlo), sólo operen periódicamente, de manera regular, durante algunos días, semanas o meses del año, o cada tantos años; c) que tal apertura o bloqueo ocurra solo cuando ciertas y específicas o reguladas condiciones o requisitos se cumplan; d) el dispositivo de participación y decisión ocurra en una sola oportunidad, un momento singular y único, para arreglar o acordar un cambio que será de carácter permanente (y posiblemente sin oportunidad de retornar a la situación previa); y por último, aunque no sería lo más recomendable e) que los procesos y reglas para participar, es decir para ser incluido o excluido en los mismos, sucedan de modo ocasional e irregular, talvez cuando se crea que circunstancias así lo exijan o la voluntad manifestada de un líder o de un grupo con poder lo impongan.
Si todas estas reglas de operación son claras, y comunicadas oportunamente, los actores, agentes, ciudadanos y organizaciones sabrán cuándo es el momento de exigir ser incluidos, o de no sentirse excluidos cuando los filtros están cerrados o en receso.
Cuando se nos incluye, y tanto más cuando se nos excluye, es válido preguntar: ¿porqué razón? Lo normal es que, bajo cierta regulación, tales y cuales cosas sean excluidas o se les permita ser incluidas, siempre. Aunque, también puede ocurrir que la misma cosa (opinión, sugerencia, petición o propuesta) a veces sea incluida y en otras excluida. De tal manera, si algunas veces sí se aceptan algunas voces o propuestas y otras no, entonces es necesario saber cuál es la causa o el mecanismo de ésto, con el fin de esclarecer si tal comportamiento no es algo arbitrario o si se está cometiendo alguna injusticia. Y también se hace necesario que los agentes decisores expliquen las razones en las que se basan o se basaron, y que los agentes participantes las comprendan, y repliquen o apelen, si se justifica hacerlo. Siempre existen diversos factores concomitantes o determinantes, elementos atenuantes o suscitantes, o series de eventos y procesos circunstanciales que afectan el modo como decidimos entre varias opciones (cuando tales existen).
A las reglas y convenciones para incluir y excluir existe una correlación aplicable, según el caso, a situaciones específicas, así: a) Si alguna propuesta o petición resulta excluida porque ciertos cuerpos legales o los requisitos de algunas leyes específicas así lo mandan, entonces, se debe pensar en la posibilidad de, y actuar en consecuencia, cambiar y ajustar la legislación correspondiente para poder incluir aquello, si ello fuese posible y conveniente; b) si la exclusión se justifica por razones científicas, es decir, porque aprobar aquello puede provocar algún perjuicio social o ambiental, o porque la tecnología disponible no permite su ejecución o realización sin riesgos y garantías, entonces se debe demostrar de modo irrefutable que la decisión se apega a la ciencia; c) si se alega que la solicitud no corresponde bien con alguna o algunas tradiciones, usos y costumbres vigentes, entonces, más que excluir la propuesta, lo que conviene es iniciar un proceso participativo de cambio consensuado de aquellas tradiciones, si lo que se persigue con tal cambio es un bien mayor; d) si los criterios de exclusión hacen referencia a la moral o a principios éticos que se transgreden, entonces, lo que conviene es aprovechar la coyuntura para motivar a los agentes y grupos participantes a reflexionar sobre ello, para que tales razones sean mejor comprendidas y eventualmente aceptadas, con lo que se inicia un proceso de educación y sensibilización de las personas que creían estar en la posición correcta; y, por último, e) si lo que se pide tiene defectos de lógica o carece de tal, entonces debe justificarse el rechazo por tales errores y carencias, y la petición o propuesta debe ser revisada y reformulada por las personas o grupos que la proponen antes de reclamar, apelar o sentir que sus derechos han sido vulnerados.

Ahora, conviene preguntar: ¿Qué es lo que se excluye o incluye? Si se trata de crear o de fomentar la participación de personas, de grupos, y de la sociedad civil organizada en general, entonces, no han de ser tales las que se han de proscribir o frenar. En cambio, es aquello que se pide, reclama, exige, sugiere o propone lo que se somete a análisis, escritunio o evaluación, y termina siendo incluido o excluido según el caso. Además, aquello puede ser excluido en todo o en parte, por las razones que se expusieron antes. Si la exclusión es parcial, debe existir un procedimiento que permita que la propuesta o petición sea reelaborada para corregir los defectos o carencias que tenga. En otras ocasiones, es el aspecto formal el que impide que el recurso de participación no se concrete: por ello, si existen formas, fórmulas y procedimientos establecidos, a los que debe apegarse toda participación para ser admitida e incluida, éstos deben darse a conocer amplia y oportunamente, para que los interesados los sigan, o tengan la oportunidad de cuestionarlos, si conviene. También, una causa importante y frecuente de posible exclusión son los impactos, consecuencias, efectos que la aceptación y aplicación de lo pedido, exigido o sugerido pueda ocasionar, y los precedentes inadecuados que pueda asentar, por lo que es preciso que las evaluaciones sean hechas de manera integral.

Por ello, no caben las excusas que a veces se dan para no incluir o rechazar un acto o un documento de participación, como por ejemplo, cuando se dice que “ahora no es el momento” para tal o cual cosa, para hacer tales cambios o iniciar tales acciones. Entonces, hay que preguntar: “¿cuándo será el momento?”. Y aquí solo existen dos alternativas: a) Que el momento sea determinado, es decir, que sea factible, que se plantee realizar la acción dentro de un plazo creíble y razonable, o bien que se declare imposible, y se justifique el porqué lo es desde la ley, la ciencia y la lógica; b) que se afirme que el momento adecuado para decidir y actuar es algo indeterminado o que no puede determinarse, y en tal caso, lo que ocurre es que se está dilatando la decisión real u ocultando la influencia de otros intereses y poderes.

La dinámica de la participación también puede verse como un sistema, con entradas y salidas. Así, la entrada o insumo podría ser el acto de participación y aquello que se pide, o es demandado por parte del participante. La serie de procesos internos que ocurren desde que la participación es aceptada sería el componente central del sistema, es decir, todos los mecanismos, operaciones y servicios que otorga la entidad que actúa como decisor, mediador o evaluador en los procesos participativos. El resultado o producto de tales procesos y operaciones es la propia inclusión o exclusión resultantes.

Pero, en los procesos de inclusión y exclusión ¿quién o quiénes actuan como filtro? Hay cuatro posibilidades: a) Una sola persona, que actúa bajo la figura de un funcionario designado como evaluador, analizador y con potestad para decidir sobre e incidir en los procesos y que basa sus criterios en sus valores y experiencia; b) un grupo de personas, en la forma de un comité o una comisión especial que de igual manera, analiza, evalúa y decide, integrando criterios diversos provenientes de diversas disciplinas, posiciones, intereses y prácticas; c) un grupo mayor de personas en una asamblea ante las que se somete a votación una propuesta que retoma de manera resumida aquello que ha sido a su consulta de manera más extensa y completa; y por último, d) una máquina o un mecanismo automatizado, como una base de datos y un sistema de inteligencia artificial, que luego de analizar, combinar y comparar miles de datos y variables arroja una recomendación o un reporte en base al cual cualquiera de las instancias anteriores toma la decisión final.

La siguiente e importante cuestión es: ¿Cómo se filtra? Aplicando al menos lo siguiente: a) Una evaluación metódica, que utilice criterios y herramientas establecidos en base a la experiencia conjunta de los miembros del grupo decisor y de ser posible sometidos a consulta y discusión con otros actores de la sociedad civil, o adaptando los métodos elaborados por organizaciones internacionales, de investigación, no lucrativas y otras parecidas y que suelen aparecer publicados por ellas mismas; y b) mediante un análisis que calcule y compare todos los elementos de la propuesta o petición con los estándares reconocidos en tales casos, para saber si se adecúa a ellos. De no ser así, la decisión sobre admitir o rechazar una propuesta o una participación en un proceso, sería caprichosa y basada en meros prejuicios.

La última cuestión en este apartado, es la que atañe a la velocidad y capacidad de respuesta de las entidades, grupos instituidos o comités dedicados a la recepción, evaluación y aprobación de los actos e instrumentos de participación. ¿Cuánto se tarda o se debe tardar tal instancia en filtrar o responder? Es preciso regular los periodos de admisión y recepción de participaciones, así como el tiempo de respuesta a las mismas por parte de la entidad. Tal entidad está obligada a no hacer dilaciones innecesarias e inconvenientes para el buen desempeño de los procesos de participación. No importa si la respuesta es aprobatoria o denegatoria, o si el resultado es incluyente o justificadamente excluyente, la respuesta debe ser entregada y publicada en un plazo adecuado y conveniente para todos los actores involucrados en el proceso y para la sociedad misma en conjunto. De otra manera, los obstáculos a la participación pueden desencadenar luchas y batallas sociales. Por ello, se debe establecer castigos y sanciones para el agente o funcionario decisor que obstaculiza con mala intención la fluidez de los procesos.

agosto 05, 2010

Sobre apoyar y rechazar a ciertos autores 3

Sobre apoyar y rechazar a ciertos autores 3
Por Francisco Martínez Alas (2010)

2 Los autores, los lectores y el impacto de la reputación

No todos los autores tienen la misma nombradía ni la misma calidad. Como lectores, nuestra actitud y nuestra confianza ante alguna obra de un autor se ve modificada, influenciada y hasta condicionada según la posición que tal autor ocupe en los entornos culturales y en la historia de una ciencia en particular; o bien, el lugar en el que lo hayamos colocado en nuestras propias escalas de gustos y adhesiones.

En este punto de mi reflexión quiero tratar acerca de cinco posibles tipos de autor según la relación que éstos tengan con la opinión o la fortuna públicas, o cuando son autores vivientes, la percepción que de ellos tengan sus lectores y próximos.  Así, en una escala no necesariamente descendente, yo digo que hay autores famosos, autoridades válidas, autores vivos, autores nuevos, y autores que son nuestros íntimos o al menos amigos.

Autores con fama
Algunos autores logran reconocimiento mientras viven, ya sea que publiquen una obra que pronto los lanza como éxitos de librería, y venden miles o decenas de miles de ejemplares, y hasta más que eso; y después, pronto son traducidos a muchos otros idiomas; lo que de alguna manera favorece que títulos posteriores tengan un éxito igual o semejante. También, hay otros que reciben algún premio importante, como homenaje a la suma de la obra que tengan publicada hasta ese momento. En cambio, hay otros que obtienen reconocimientos así hasta que mueren o mucho tiempo después de muertos –y eso en ambos casos eso es una desdicha- cuando algún estudioso de renombre los descubre y los promueve.

En este apartado mencionaré primero algo respecto de la lectura de aquellos autores con fama que ya están muertos y dejaré para después el caso de los que se vuelven famosos mientras viven. Acerca de un autor reconocido siempre encontraremos alguna referencia biográfica, bibliográfica y crítica en enciclopedias y diccionarios, en libros y revistas, y en sitios y directorios de internet. Si en principio no sabíamos nada o sabíamos muy poco acerca de tal autor, en esas fuentes obtenemos alguna idea acerca de quien era y de su trabajo y de las etiquetas bajo las cuales se le coloca. Entonces, el modo como nos acercamos a un autor con diversa fama pero bien asentada, y las expectativas que se podrían despertar en un lector cualquiera, y hasta en un especialista, estarán motivadas, movidas y conformadas por esa tradición previa que hace referencia a ellos, que nos puede inducir o persuadir a continuar prestándole respeto o a continuar con su desprestigio.

Ya que el autor muerto y reconocido ha sido marcado y remarcado, sintetizado y comentado, ha logrado su espacio en la historia y en las historias del pensamiento y de la literatura, el modo de verlo, leerlo y entenderlo ya ha sido estatuido por la tradición académica o científica. Aunque siempre queda abierta la posibilidad de que surja algún comentarista y comentario nuevos que proponga una interpretación diferente.

En cambio, si se trata de un autor no tan reconocido, y de que su muerte ha acaecido en el tiempo presente o cercano a la época, puede ocurrir una de dos situaciones: una, que al acallarse su voz y su pluma, y luego del transcurrir de los años, décadas (y después hasta siglos), se quede solo ocupando espacio en los estantes de librerías, bibliotecas, catálogos y bases de datos. Pero, también en algunas ocasiones, la noticia de la muerte de un autor muy bien o medianamente reconocido, puede provocar un renovado interés en él, aunque sea localmente. Ya sea porque tras su muerte no habrá más obra de tal autor, o porque se le destina algún homenaje póstumo, o porque algún estudioso y admirador suyo decide hacerse cargo de revisar, ordenar y editar todo lo que el difunto autor haya dejado inconcluso o concluso pero sin publicar.

Hay algunos factores que inciden en la posibilidad de obtener mayor éxito en el reconocimiento, difusión y distribución comercial de un autor. Para mí los más importantes son los siguientes: a) la lengua en la que se escribe, pues las lenguas en las existen grupos editoriales fuertes, cadenas de distribución efectivas, y un mercado de lectores y compradores amplio son más favorables; b) la compañía editorial que lo publica, lo publicita y lo distribuye, pues eso podría garantizar una mayor posibilidad de que el libro se convierta en un producto visible y accesible en diversos canales y medios; c) el país y la ciudad de residencia del autor en un momento dado, también contribuirá a forjar redes sociales y capital social, lo que a su vez podría fomentar un buen nombre para él y ello redundará en oportunidades de presencia en eventos públicos, culturales y en medios de comunicación; d) los temas y tópicos sobre los que se escribe, los que deben reconocibles para la mayoría, y con un significado versátil y adaptable que motive a los lectores a adquirir la obra y leerla.

Pero, no es lo mismo la fama editorial que pueden llegar a alcanzar y alcanzan las obras y los autores de ficción, que el prestigio y la validez científica y técnica que adquiere un autor de tratados o de artículos sobre tópicos que atañen a su zona de acción y creación disciplinaria, interdisciplinaria y multidisciplinaria.

Autoridades válidas y vigentes
La autoridad de un autor no se refiere a una especie de poder que él tenga, por ejemplo, sobre sus lectores o sobre la opinión pública. Un autor es considerado autoridad en una ciencia, y más bien en una parte o una especialidad de ella (porque toda ciencia es demasiado extensa y profunda como para que cualquiera pueda dominarla toda igual en cada una de sus partes), cuando cuando ha conocido un problema o un tópico de manera especial, y también cuando ha descubierto, formulado, propuesto, inventado o innovado, algo que desde entonces se vincula a su nombre, y ahí es donde reside la fuerza de su influencia en los lectores y estudiosos.

Así es como un autor se convierte en autoridad en algo, y ese algo es o puede ser un tema o un método que domina y con el cual crea otras cosas o formula propuestas teóricas, y cuando es pertinente, al aplicar sus conocimientos expertos a situaciones de la realidad soluciona problemas, conflictos o genera transformaciones y desarrollos. Pero, también un autor puede llegar a ser autoridad respecto de alguien, es decir, en la vida, la obra, el contexto y el pensamiento de otro autor. Y en tanto tal, ofrece y otorga, así como pretende y defiende, sus presentaciones, comentarios y síntesis, así como sus interpretaciones de y cuestionamientos a aquel otro autor.

En cualquiera de los dos casos, su condición y calidad de autoridad se manifiesta por medio de los discursos y textos que dice y redacta, de las conferencias que dicta, de los cursos que imparte, de las opiniones con que responde, así como con los artículos y libros que escribe y publica.

El atributo de ser un autor que se considera como fuente o referencia válida, y hasta en parte obligada, se detenta cuando sus ideas se pueden ocupar y aplicar para comprender un aspecto de la realidad o un fenómeno, resolver algún problema, responder a cuestiones difíciles, componer una teoría o un método.

Cuando se considera que el autor ha perdido actualidad y valer, entonces queda como una curiosidad, propia de eruditos, o como algo a lo que se alude con gracia, se le menciona como antecedente de teorías o hallazgos posteriores y más sólidos, o como ejemplo histórico de tendencias de otras épocas. Y hasta pueda ocurrir que no se le vuelva a mencionar jamás.

Un autor solo se mantendrá vigente, como ya lo he dicho arriba y en otros ensayos, mientras provoque alguna agitación y citación pertinente entre pensadores y escritores. Si todo ésto último es verdad, entonces, algunos autores han de perder vigencia en un momento dado. Porque un autor puede perder vigencia, aunque se mantengan en uso, discusión y difusión sus conceptos y categorías, fórmulas y modelos, cuando su nombre acompaña a tales cosas solo como nominación para la cual no se establece ningún vínculo que remita a la persona que las creó, o cuando se han mudado en lugares tan comunes, que ya la mención de autoridad carece de sentido.

Cuando se pierde o se olvida el enlace entre ciertas ideas, conceptos, formulaciones y categorías y la mención de responsabilidad y creación o aparecimiento vinculada al nombre y la época de un autor, entonces tal autor perderá relevancia y reconocimiento. Pero, sobre la validez y vigencia de las ideas, formulaciones, conceptos y categorías en cuanto tales, trataré más adelante.

Autores vivos y la opinión pública
De un autor ya muerto se ha dicho, se dice y se continuará diciendo algo mientras algo de lo que escribió encaje en las corrientes discursivas e ideológicas en boga. Pero, sin importar lo que se diga y haga con sus obras, o las etiquetas que se le peguen, el autor ya no podrá sufrir por las denostaciones ni gozar de los halagos.

Sin pretender construir una definición, un autor vivo es aquel individuo escritor que ha logrado publicar en cualquiera de los medios acostumbrados, como son empresas editoriales, periódicos, medios de comunicación audiovisuales, e incluso internet; y que también ha conseguido provocar algún tipo de debate serio y de calidad (aunque también los rumores, las pláticas y los posteos menos formales ayudan significativamente a crear presencia pública), de manera que ya no solo es un escritor privado, que escribe para sí mismo y para compartir uno que otro texto con los cercanos y amigos, sino que se convierte en un actor o en un agente de opinión, de generación y de entretenimiento, porque no solo se lee para adquirir conocimiento o entendimiento, sino que se lee mucho para distracción y por ocio.

La opinión pública acerca de un autor se forma y conforma a partir del aparecimiento continuado de su nombre e imagen en los medios de comunicación y difusión de todo tipo y clase, en las fuentes de consulta comunes, y mediante actividades intencionadas y concertadas o no, tanto de seguidores y detractores, como las de los foros y páginas en internet que se les dedican. Consiste pues, en la suma posible o potencial de opiniones comunes a aquellos públicos del autor, consistente en aficionados, lectores, estudiosos y otros, no necesariamente especializados y doctos (pues, esos públicos constituyen otro mundo de opinión de naturaleza distinta a lo que se llama opinión pública, sino opinión erudita, culta, técnica o científica de la que trataré más adelante). También, la opinión pública sobre los autores se fomenta y se refuerza mediante la presencia física de sus obras en las tiendas, catálogos, anaqueles y vitrinas; y del autor mismo, en eventos culturales y presentaciones en librerías.

La opinión pública, entonces, puede serle favorable o desfavorable, a cualquier autor. Pues, por ejemplo, si a un autor se le vincula a un cierto régimen político, a ciertas corrientes ideológicas o religiosas, y hasta a ciertos acontecimientos controversiales; entonces las actitudes y sentimientos de los lectores y consumidores, estarán muy divididas. Aunque existe la virtud de que el autor vivo puede defenderse y debatir, responder a sus lectores y a las críticas, lo que bien y sabiamente utilizado puede ser una ventaja para lograr una opinión pública favorable.

El autor vivo puede, y hasta se le puede recomendar, utilizar estrategias y tácticas de mercadeo de su nombre, de su persona y de su imagen. Ello requiere que establezca una relación productiva con los medios de comunicación, con los establecimientos de comercio y distribución de libros, y con entidades dedicadas a la promoción cultural. Así se le dedicarán sendas entrevistas, notas y reportajes, asistirá a presentaciones y firmas de sus libros, o dictará conferencias o cursillos a grupos afines o interesados.

También, puede ocurrir que el autor vivo consiga lucrarse del producto de la venta de sus obras, o del ejercicio de su profesión, y vivir como tal, siendo escritor literario, o en cualquiera de sus otras manifestaciones: conferencista, reportero, crítico, comentarista, generador de opinión, divulgador, formador, ensayista, y alguno de los otros roles relacionados con la producción intelectual, académica y científica. Algunos autores vivos logran obtener notables beneficios en imagen, fama y fortuna por medio de la adaptación de sus obras al cine, al teatro o a cualquier género o medio diferente de la manifestación impresa original. Y, en mi opinión, el que un autor se beneficie tangible e intangiblemente de su trabajo y su obra no debe ser juzgado negativamente.

La duración de la presencia en la opinión pública es transitoria y evanescente. Ya que, si aparece otro autor cuya fama sube y crece más que la suya, o los temas sobre los que escribe tienen más gusto o más pertinencia con las circunstancias presentes, y si ese fenómeno se repite con otros autores nuevos o recién descubiertos, en condición similar, los nuevos autores se convierten convierten en la nueva tendencia del gusto, de la opinión y de la crítica. La reputación conquistada por la generación anterior de escritores se ve disminuida y ocultada, a menos que un suceso ocurra como novedad oportuna y los haga saltar de nuevo a las pantallas y portadas de todos los medios de difusión y comunicación. Y luego, el renombre de un autor vivo, al morir éste, como ya lo mencioné, no solo se renueva, sino que la opinión pública sobre él se transforma. Especialmente, porque, quiérase o no, cuando muere un autor que nos agrada y apreciamos, casi sentimos como si perdiésemos a un amigo. Y sobre lo autores que son nuestros amigos, dedicaré un apartado más abajo.

Algo sí debe quedar claro, aunque un autor sea famoso y sus obras de calidad, a mí o a cualquier otro lector, pueden no gustarnos ni servirnos, pues los lectores no estamos obligados a seguir y gustar de ciertos autores y sus ideas solo por la fama que tienen, y tenemos derecho a elegir lo que leemos y estudiamos, o las corrientes a las que nos adherimos, si acaso a alguna. Aunque, visto de otro modo, los lectores, más o menos informados, más o menos críticos, pueden verse beneficiados de ese flujo de opiniones, de críticas y de información acerca de un autor vivo. Así, un crítico, un profesor o un conferencista puede aprovechar la fama pujante de aquel para evocar y citar un texto de o una anécdota sobre un autor, del cual la mayoría del público está enterado y cuyas ideas u obras las percibe como algo familiar. Colocándose así, el orador, en fila con las tendencias reinantes y apareciendo él mismo como un sujeto que está actualizado y habla conforme la moda.

junio 10, 2010

Sobre la participación y representación: en la sociedad y las organizaciones 4

Sobre la participación y representación: en la sociedad y las organizaciones 4
Por Francisco Martínez Alas. (2010)

3 Del modo de participar (continuación)

b) Dar una opinión, criterio o aporte: Gracias a lo último que dije en el apartado anterior, es que le dedicaré espacio a otro modo de participación que considero muy importante. Se trata de un modo de participar que consiste en dar una opinión personal sobre algo, proporcionar criterios respecto de algunas opciones o posibilidades, o en otorgar un aporte basado en la experiencia o en la sapiencia. Aunque las tres cosas se parezcan, yo intentaré mostrarlas desde aspectos y funciones diferentes.

Canales y medios.- Para que alguien pueda participar dando su opinión, deben existir canales que posibiliten hacer llegar tal opinión a quien o adonde corresponda. Así, desde un enfoque específico referente a si la opinión es solicitada o no lo es, existirían dos canales posibles. Un canal por medio del cual se solicite la opinión de personas idóneas, o la de otros interesados, y también la de aquellos que en cierta manera estén obligados a darla. En este caso, la persona podría dar su opinión solicitada por medio de una entrevista dirigida que se le haga, o un cuestionario que ese le envíe. Puede ser que también una entidad proporcione un buzón abierto al cual se pueden hacer llegar las opiniones, ya sea de manera impresa, o por medio de un formulario en internet, o por medio del correo electrónico. Y, en una última modalidad, que se convoque y reuna a quienes desean dar su opinión –o a quienes se desea escuchar- en un lugar apropiado, y se les vaya recibiendo su opinión expresada en forma oral o escrita. O que se organice un proceso de consulta con las dinámicas y procesos participativos que convenga utilizar según la circunstancia.

El otro canal, es aquel donde la opinión no ha sido solicitada, pero se permite hacerla llegar. Así quien desea entregar su opinión puede hacerlo por medio de una oficina o lugar de recepción de escritos u oficios, o también podría permitirse hacerla llegar por medio del correo electrónico, o de un foro de opinión electrónico moderado para tal efecto. De cualquier manera, acá es indipensable que haya alguien específico –una persona o un equipo de trabajo- que recibe, y que lee y estudia, las opiniones entregadas. Lo cual es casi como decir que “escucha” tales opiniones, y les da el seguimiento que corresponda. Pues solo así tales opiniones recibidas se convertirán en participaciones en un proceso cualquiera.

Ya traté acerca de los canales, ahora quiero mencionar algo acerca de los medios. Ya mencioné también que la opinión, ya sea solicitada o permitida, se puede dar o entregar en forma oral o escrita. Si se otorga en forma escrita, el registro de tal opinión ya está creado, y solo se requiere de un sistema de almacenamiento, conservación, procesamiento y análisis del texto. En cambio, si la opinión se proporciona en forma oral, entonces se requiere de dos procesos distintos para registrarla. Uno de ellos, el menos fiel, puede consistir en que alguien toma nota del extracto o de lo que le parece relevante de ella. El otro, y sin duda más fiel y con más potencial, consiste en crear un registro grabado en algún medio magnético o digital, solo de audio o también con video, del participante y su discuro; el cual, posteriormente se debe convertir a texto digital para poder hacer más cosas y análisis con él. E igual, se debe crear los sistemas de almacenamiento, conservación y procesamiento que convenga. Y, en ambos casos de los mencionados aquí, se deben establecer políticas acerca de la duración del archivo, almacenamiento y conservación de los originales y copias que se hayan hecho de las opiniones que se han recibido, por cualquiera de los canales y medios, antes de ser destruidos o descartados definitivamente. Aunque, en una situación ideal, se debería poder conservar todo eso completo, para la posteridad.

¿Es posible dar o expresar una opinión en un modo no verbal? Quiero pensar que sí, es posible. No se puede ignorar los medios gráficos y audivisuales –e incluso gestuales convencionales- para expresarse. Así, alguien puede expresar su opinión por medio de imágenes que él mismo haya dibujado o pintado, o presentar fotografías que pudieran testimoniar lo que quiere transmitir, grabar un video o un audio con sus palabras o de cosas que pretende mostrar como apoyo a su posición, hacer un cartel o una pancarta y exhibirla, o elaborar esquemas gráficos y diagramas, así como otra clase de figuras y planos, los que junto a textos explicativos y etiquetas, en conjunto proporcionan el mensaje que quiere comunicar.

Opiniones.- Una opinión debe poseer algunos elementos para que sea más completa, a adecuada y eficaz. A mi juicio, la estructura básica de una opinión debe considerar algunos aspectos como los que menciono a continuación.

No se debe comenzar con saludos, ni halagos, ni agradecimientos porque eso no tiene valor para el planteamiento de la opinión propia, y constituye solo una dilación o distracción. Pero, a veces, se puede comenzar con encadenar la propia opinión con algo que ya se ha dicho antes, lo que es como introducir la propia opinión retomando un argumento o afirmación de otro, ya sea para refutarlo o para apoyarlo. Pero, es mucho mejor si como introducción se dice de manera resumida aquello de lo que se va tratar o la tesis que se va a sostener.

El cuerpo de la opinión lo constituyen los argumentos que se presenten. Un argumento, como se sabe es un razonamiento, más o menos estructurado, que contiene afirmaciones, negaciones o refutaciones, y que conduce a una proposición lógica o a una conclusión válida. Existen diversos tipos de argumentos y de argumentaciones, pero se puede decir que los más comunes son aquellos que ofrecen pruebas documentales o datos e informaciones de autoridades válidas y competentes, los que hacen comparaciones y analogías también válidas, los que proporcionan ejemplos de apoyo, los que explican las causas y los que hacen deducciones formales de premisas.

Opinar en base a la experiencia técnica y práctica que se tenga con relación al objeto sobre lo que se quiere contribuir resulta esclarecedor tanto para la persona que opina como para su posible audiencia, porque le proporciona parte del fundamento realista a la opinión. Por otra parte, también otros elementos contribuyen a basar la opinión, estos son los conocimientos teóricos y fundamentados en categorías y conceptos de diversas ciencias que pueden servir como apoyo y enriquecimiento de una opinión, aunque tales no son la opinión propia, ya que ésta debe estar conformada por las conclusiones o por las proposiciones a las que la persona que opina ha llegado luego de un procedimiento de reflexión y comparación, entre la experiencia, la ciencia y la consecuencia de todo ello, de manera integrada.

Cuando se trata de opinar para participar en un proceso, también conviene basarse en su experiencia y vivencia, más que en citar autores literarios o cientistas y actores políticos del momento; con la salvedad de aquellas experiencias y vivencias personales deben ser consideradas solo como elementos de juicio, como una evidencia más, o como algún punto de partida. Ya que, si bien opinar desde lo acontecido en una vivencia personal, en ocasiones puede ser interesante, y siempre constituye un testimonio, ello no es suficiente aunque sí puede ser útil. Pero, no porque lo que le sucedió a alguien sea ejemplar y se deba generalizar, sino porque tal testimonio o anécdota sirve como ilustración de la situación que se está exponiendo, pero nada más que eso.

Pero, en busca de proponer algo que se pueda tomar en consideración, algo que pueda contribuir a tomar una mejor decisión, algo que involucre las visiones y las expectativas de otros, todos esos elementos y factores sirven para opinar con conciencia. Lo que siempre se debe evitar al opinar, son los insultos, los sarcarmos, tomar los rumores como verdad y hacer acusaciones contra personas, porque eso no contribuye a la controversia, sino que la obstaculiza y hasta la destruye.

Por último, conviene que toda opinión que se presente incluya una conclusión efectiva. Existen varias formas de preparar una conclusión. Lo más usual es reafirmar el argumento principal, la proposición primordial, una frase que resuma todo lo dicho, o terminar con una invitación a darle seguimiento a la propuesta que tal opinión incluyó. Por ello, aunque terminar con una pregunta es menos afortunado, si la pregunta abre la posibilidad de continuar el debate, también puede usarse tal figura y concluir planteando una cuestión.

junio 04, 2010

Sobre apoyar y rechazar a ciertos autores 2

Sobre apoyar y rechazar a ciertos autores 2
Por Francisco Martínez Alas (abril-julio, 2010)

1 Punto de partida: ¿Quien es el lector? (cont.)

El lector oficial y académico
Hay otro tipo de lector que desempeña un rol importante en la ciencia, la academia, los medios de comunicación, las empresas editoriales y librerías, y otros escenarios profesionales. Se trata del lector oficial y académico, quien además de ser un lector individual, en su rol público y profesional puede o podría influir en los hábitos de lectura, de compra de libros y revistas, o en la valoración sobre ciertos títulos publicados o sobre algunos autores, contemporáneos o clásicos.

El lector oficial –porque oficia una actividad propia de especialista- actúa como crítico, intérprete o comentarista reconocido y autorizado que escribe artículos para los periódicos o revistas especializadas, publica libros e imparte conferencias sobre la vida, la obra y el pensamiento de otro autor. Siendo él mismo autor, no lo logra ser expresando su pensamiento sino mediado por la vía de la interpretación del de otro. Así es como se convierte en una autoridad acerca de un autor, y al mismo tiempo de alguna disciplina o acerca de una tendencia o corriente en la cual aquel autor fue importante. La elaboración misma de comentarios sobre autores y textos es una disciplina especializada y extenuante, que requiere el aprendizaje, la utilización y la elaboración de técnicas y herramientas específicas y adecuadas a cada caso.

Del lector académico se puede decir que es aquel que lee, estudia, procesa y sintetiza, de manera selectiva y crítica, por supuesto, los textos y opiniones que sobre la vida, obra y pensamiento de un autor y su entorno, circulan en el ambiente académico, científico y editorial, y lo transmite a sus estudiantes y a otros en los cursos y conferencias que imparte, o en los artículos y ensayos que escribe. Se espera de este lector académico, que se convierta también en un crítico y un especialista en la medida que llega a conocer y consulta diversidad de fuentes, y a sus apuntes y resúmenes de lectura les suma sus aportes y conclusiones personales, con el debido rigor y apertura intelectual.

Así es que y cómo los lectores oficiales y académicos producen comentarios sobre otros autores, y los publican en diversos medios, impresos o electrónicos. Los lectores de comentarios encuentran en las obras de los comentaristas un mapa o guía general acerca de un autor cualquiera, y pueden sentirse tentados a aceptar y creer todo lo que él crítico o comentarista dice y afirma, o darse por satisfechos con tales síntesis y llegar a pensar que nunca tienen o no tendrán la necesidad de leer a otros comentaristas para contrastar o de ir directamente a las fuentes, es decir, las obras de los autores, para formarse su propia opinión. Además, no hay que olvidar que la lectura y presentación de aquellos críticos es selectiva e imperfecta como todo lo humano. Además, el crítico sigue sus adhesiones a determinadas escuelas o corrientes de pensamiento, y desde esa perspectiva observará y criticará a los autores que elija, encomiándolos o condenándolos.

Sin embargo, hay que reconocer que mediante la consulta o lectura de un comentario bien hecho, se tienen y obtenienen al menos dos ventajas ineludibles. En primer lugar, se tiene la ventaja de poder acceder a textos o citas del o sobre el autor y otras fuentes, que de otra manera no se podría acceder, especialmente cuando se vive en un lugar donde no hay grandes bibliotecas o acceso a ciertos servicios de información en línea, y a las que el comentarista sí tuvo acceso, y tuvo la oportunidad y la capacidad de estudiarlas y seleccionarlas. En segundo lugar, acceder a o leer un comentario o varios sobre el mismo asunto, resulta ser una manera muy práctica y conveniente de acercarse y acostumbrarse al pensamiento, a las categorías, a las estructuras y trayectorias que se presume aparecen en las obras del autor, y por medio de las síntesis que el comentarista ofrece, se nos presentan como fáciles mapas y rutas que seguir, paso a paso y con marcados acerca de lo supuestamente más notable e importante. Pero, también hay comentarios oscuros, los que lejos de aclarar y simplificar las ideas complejas y extensas de un autor, se nos ofrecen como confusos y dubitables, redactados con verborrea altisonante.

Por lo que, una advertencia importante hay que hacer acá, y es que no hay que olvidar que el comentarista ha hecho su propia lectura y su propia selección de ideas y textos, conforme a sus intereses y gustos. La lectura de resúmenes y comentrarios, o de grandes historias del pensamiento y las ciencias, nunca va a sustituir la lectura de las obras originales, aunque sea traducidas de otras lenguas que no conocemos. De ahí que las traducciones cobran una enorme importancia, no solo porque deban ser bien hechas y completas, sino porque debe fomentarse que se traduzcan a nuestra lengua –la de cada pueblo- la mayor cantidad de textos, obras y autores. Ya que, aunque es sabio el consejo de que hay que aprender otras lenguas para leer en sus originales a los autores, es ilusorio creer que el lector y estudioso promedio dedicará gran parte de su vida y de sus recursos a aprender una o dos docenas de lenguas -porque solo dos idiomas más serían insuficientes para tan digno propósito-, para luego leer a aquellos autores a los que bien podríamos acceder en nuestra lengua, aunque sea en una traducción imperfecta pero decente. De todas maneras, yo tengo la sospecha –que no he confirmado con datos-, de que el tono y el matiz de cada época mancha el estilo y modo como se traduce un texto a otra lengua, y por ello algunas traducciones que en otra época nos parecieron buenas, en otra posterior nos parece o parecerá que no reflejan con exactitud los conceptos del original. Esto último que digo, claro está, no significa que no aprendamos o no debamos aprender, al menos a leer (y con más razones a hablar y escribir) otras lenguas, ya que unas dos o tres adicionales a la nativa, nos pueden abrir muchas puertas a conocimientos tan diversos y distintos como útiles. Pero, para mientras y para aquellos que no tienen acceso al aprendizaje de otras lenguas, las traducciones funcionan. Por otra parte, una traducción cualquiera se puede auxiliar y complementar con notas al pie para aclarar y ampliar, con tablas de las concordancias, con índices de referencias, con diccionarios especializados y otras herramientas.

La presencia de los autores
De todas maneras, los autores y sus títulos, así como sus ideas y conceptos, mantienen su presencia y parte de su vigencia mientras se cumplan las siguientes condiciones y situaciones:

a)Que continúen siendo publicados por las empresas editoriales, ya sea como reediciones de una cierta edición clave, o como ediciones nuevas con alguna mejora o ampliación. Ver títulos ya conocidos en ediciones recientes con diseños de portadas novedosos o curiosos puede provocar un interés renovado en los lectores, pues, quien ya lo tiene podría sentir deseos de volver a leerlo; y quien no, se sentirá tentado a comprarlo, y talvez a leerlo de inmediato.

b)Que los autores y sus obras principales sigan siendo vendidos por medio de las librerías en las ciudades, o en las librerías virtuales en internet. Aunque la mayoría de los lectores puede tener acceso solo a la oferta de libros disponibles en las librerías principales de su ciudad; también es importante y necesario, y a veces hasta mejor, que las librerías en internet, tanto de libros nuevos como de usados, tengan en sus bases de datos e inventarios no solo las obras principales de ciertos autores, sino también otras menos conocidas.

c)Que sus obras estén accesibles en las bibliotecas de aquellas ciudades o naciones, donde no solo se lee, sino también se escribe y se publica significativamente, tanto en medios impresos como en servicios en línea, porque así los autores siguen siendo nombrados y citados por doquier.

d)Que, gracias a esa misma continuada atención y presencia de los autores en la mente de los lectores y mucho más de los escritores y críticos, mientras aquellos autores sean comentados en publicaciones, tales como libros y artículos, seguirán siendo considerados importantes. Mucho más, si muchos críticos importantes de universidades u otras entidades, así como editoriales también importantes, les dedican sendos volúmenes especializados en ellos y no sólo algún capítulo al interior de otro estudio, o simplemente citados cuando conviene.

e)También sirve muchísimo que los autores sean comentados y citados en las ponencias de conferencias, especialmente aquellas de carácter internacional o aquellas convocadas por instituciones de renombre, las que, no sólo son luego publicadas como libros, o como volúmenes especiales de alguna revista académica, sino también en sitios dedicados a eso en internet.

f)También los autores se mantienen presentes cuando sus textos, completos o en parte, ya se trate de autores clásicos y de otros no tan clásicos o recientes, son citados y usados por los profesores en las universidades y colegios como libros de texto, material de clase o de apoyo.

g)Tal como ya lo mencioné, la presencia y existencia de cualquier autor como fuente de conocimiento se mantendrá extensa y actual cuando sus obras y textos sean traducidos a otras lenguas.

h)Sea o no lícito, sea o no ético, lo cierto es que cuando las obras de los autores son digitalizadas y copiadas en sitios en internet donde se comparten archivos y documentos, el pensamiento de tales autores es diseminado con enorme amplitud por medio de un canal alternativo a todos los otros mencionados arriba. Así, aquellos que no pueden o no quieren comprar sus libros, o aquellos que vivimos en regiones donde el acceso a bibliotecas buenas es difícil y limitado, y la compra de libros es casi imposible, por diversas razones, logran acceso a tales obras y textos, y aumentan el espacio virtual de discusión sobre ellos.

Aunque ahora los que escribimos podemos acceder a diversos espacios gratuitos de publicación en internet, o a otros servicios de autopublicación y distribución, es innegable que el hecho de ser publicado e impreso por una empresa editorial de renombre contribuye a la imagen y al buen nombre de cualquier autor. Un autor que ha sido publicado bajo un sello editorial importante, tiene garantizada en gran parte su divulgación durante un buen tiempo. Sin embargo, de muchos es conocido lo difícil que es lograr ser publicado por una editorial de prestigio, en gran medida porque para lograr eso, se tiene que superar los filtros escalonados de lectores oficiales en las compañías editoriales, cuyo papel es seleccionar aquellos manuscritos y propuestas que puedan ser eficaces como productos en el mercado de libros, lo cual, tiene mucho sentido, aunque algunos autores en ciernes sean sacrificados por un mal juicio u otro inexperto o falto de visión.

La lectura y la opinión libres
El lector promedio lee para divertirse, para entretenerse, para aprender o solo para enterarse de algo. Su propósito no es convertirse en experto en un tema, en un científico, o preparar una disertación erudita. Así que, para él una buena e íntegra traducción de cualquier autor a alguna de las lenguas que pueda leer, será suficiente. Así que, al margen de las lecturas y críticas eruditas, expertas y técnicas, la libre selección de lecturas y la opinión sobre lo que lee también libre, tienen gran importancia y significado para su vida. Se debe abondonar el prejuicio, muchas veces común en el ámbito académico, de que el lector libre promedio no “entiende” lo suficiente acerca de lo que está leyendo, a menos que tenga junto a sí a algún “maestro” para que se lo explique o un comentario de un especialista para que se lo aclare. Yo pienso que todo lector debe tener libertad de escoger cuáles autores y cuáles libros lee, o sobre qué temas lo hace, y sentirse cómodo y seguro con la comprensión y la interpretación que de ello haga. No se puede ignorar la influencia que el entorno y la época tiene sobre tales elecciones literarias, pero, por eso mismo debe fomentarse y reconocerse el hecho de que un lector no coaccionado escogerá lo que le gusta, le sirve o le conviene. Eso sí, hay que valorar y vigilar con equidad y balance la importancia que sobre tales gustos e intereses tienen los medios de comunicación social, y de difusión cultural y científica, los sistemas de instrucción y educación, las industrias socio-culturales y de entretenimiento, las tradiciones de diverso tipo, los intercambios y rumores de boca a boca en las comunidad y esferas de acción y convivencia, los mecanismos de diseminación ideológica y otros canales de transmisión de ideas y opiniones desde los actores y agentes especializados o con poder de influencia que a veces aparecen como autoridades sobre lo que se debe leer, aprender y entender.
[Artículo en progreso]

junio 01, 2010

Sobre apoyar y rechazar a ciertos autores 1

Sobre apoyar y rechazar a ciertos autores 1
Por Francisco Martínez Alas (abril-julio, 2010)

1 Punto de partida: ¿Quien es el lector?

El autor y su texto
Para ser o convertirse en un autor, hay que crear una o varias obras. Tal obra puede ser un documento o texto escrito; una figura o una máquina esculpida, ensamblada o conformada; una imagen pensada y plasmada sobre una superficie; un conjunto de pensamientos coherentes expresados oralmente o por otros medios gráficos, incluso algunos tecnológicos. Será su obra si la firma, si al publicarla presume de su autoría; de otra manera, el texto circulará –hasta ser destruido o perderse- como una obra anónima. El atributo de pertenecer, por autoridad, un texto a un autor o grupo de autores específicos, le asigna un significado distintivo. Por tal hecho se le puedan a atribuir al autor el conjunto de las ideas, argumentos, construcciones, categorías y conceptos que el autor ha desplegado y expuesto en su obra.

El autor usa su lengua materna, o alguna otra que haya aprendido, para expresarse. Algunas de las ideas, argumentos, informaciones y datos, que dice en su texto ya habrán sido dichas o habrán sido pensadas y expuestas en parte por otras personas en sus respectivas obras o por la vía de otros medios de divulgación y difusión. En algunos casos, conscientemente, citará a otros autores, o fragmentos de obras de otros autores. En otros, lo que reflejará o demostrará será el sustrato almacenado en su memoria, de toda una vida o diversas experiencias de lecturas, investigación, observación, reflexión, trabajos y prácticas. Lo importante entonces, es como dice lo que dice, como lo estructura, como lo narra e ilustra, y a que conclusiones o síntesis llega. El conjunto de todos esos elementos que el autor organiza y prepara es lo que constituye su obra única.

En este ensayo quiero ocuparme preferentemente de los textos escritos, sin importar si su soporte es el papel, o se trata de un texto digital, almacenado en o accesible por medio de un artefacto electrónico.

Encontrando textos y conociendo autores
Sólo cuando una obra llega a las manos de un lector potencial aquella podrá ser leída por él. Pero, ¿cómo nos enteramos de la existencia de una obra? Mientras se lee un libro o texto cualquiera, es posible y frecuente hallar una cita de una frase o unas ideas de otro autor. Si la cita está completa, a la par, al pié de la página, o en la bibliografía se encontrará la referencia completa de la fuente. Según la región o la ciudad del mundo en que nos encontremos, será posible –o no- hallar la obra o el documento citados en alguna biblioteca o en alguna librería de la localidad.

Aunque ahora es menos frecuente hallar catálogos impresos de las editoriales, porque los mismos se encuentran, más amplios y constantemente actualizados, en la red, en los mismos libros que leemos, muchas veces aparece alguna lista de otros libros publicados por la misma editorial en la solapa, o en las páginas finales. Otra manera de encontrar referencias sobre obras, son las propias casas editoriales que las publican o distribuyen, y por supuesto, las librerías en línea. Algunas editoriales e institutos literarios publican revistas bibliográficas con fragmentos y comentarios acerca de nuevas ediciones. Si se frecuenta las librerías y bibliotecas es posible hallar algunas en las que se pueden consultar catálogos e índices diversos sobre libros publicados en todas las áreas. Y si se visitan los sitios web de las compañías editoriales, o las tiendas de libros en internet, entonces se podrá examinar más en detalle un título buscado, ya que de la mayoría de libros en tales sitios se ofrecen las portadas y solapas, resúmenes y prefacios, tablas de contenido e índices de aquellos que venden. La consulta de catálogos y bases de datos de libros en la red cuenta, además, con la ventaja de poder ver, conocer y comparar muchísimos otros títulos que a lo mejor no se conocían. Ello nos proporciona un panorama amplio e inmediato de lo que se está publicando sobre el autor que buscábamos o leíamos, o de las obras de otros autores sobre temas que en los que se está interesado. Así, nuestro campo de referencia se amplía notablemente. Y por supuesto, la visita física y frecuentes a las librerías de la localidad nos proporciona un contacto directo, al menos con lo que se está ahí vendiendo, y se descubren otros autores, o se aprende a reconocer e identificar el carácter y la línea o espectro de ideas que marca a ciertas editoriales.

Aun cuando se posea una excelente personal, no se tiene o se puede tener todo lo que conviene o nos gustaría leer, de modo que visitar bibliotecas, ya sea para leer allí o para prestar libros para llevar a casa, es una actividad obligada para cualquier lector. Se puede comenzar por examinar los catálogos, tarea que se vuelve más fácil y graciosa ahora que la mayoría de los catálogos son electrónicos y hasta están disponibles por medio de internet. Las bibliotecas con estantería abierta son mejores que aquellas otras en las cuales hay que recurrir al mostrador, y entregarle una boleta al empleado para que vaya a buscar el libro que llamó nuestra atención, y esperar a que nos lo traigan para poder revisarlo. En cambio, en las bibliotecas de estantería abierta el lector puede, guíandose por las referencias que ha tomado del catálogo o por la señalización de los estantes y pasillos, ir a buscar el libro por si mismo, examinarlo ahí mismo y decidir si le sirve o no. Además, con entera libertad puede revisar los otros en derredor y así conocer y reconocer autores y obras de todos los temas disponibles.

Complementarias a las bibliotecas de impresos son las bibliotecas en línea. Bibliotecas digitales las hay no solo de obras clásicas en todos los géneros y campos, sino también y más importantes para ciertas labores de investigación y de formación crítica, hay muchos repositorios de documentos técnicos y de publicaciones seriadas, administrados y puestos al servicio por organizaciones e instituciones de todo tipo. Estas son otras fuentes de conocimiento sobre métodos, y sobre el estado de la discusión sobre ciertas ideas y ciertos autores que está en el ambiente académico y científico.

Aunque yo no lo apruebo mucho, otra manera de conocer textos y autores, es tomar en cuenta y consideración las recomendación personal de otro: como cuando durante una plática o una conversación alguien nos recomienda leer a cierto autor o algún título en particular. Del mismo modo, en el transcurso de alguna clase académica o mientras se asiste a conferencia, el profesor o el conferencista podría mencionar algunos textos o documentos que talvez llamen nuestra atención y nos de alguna curiosidad indagar más al respecto.

El lector individual
Llamaré lector individual, a aquel que lee un documento, o los textos o libros de unos autores, por interés y satisfacción personal, o para beneficio propio, o para apoyarse en una actividad que tiene que realizar y que requiere de los datos, informaciones y conocimientos plasmados en tales textos. El lector individual adquiere algún libro, lo presta en una biblioteca, u obtiene una copia de algo que ha sido publicado en línea, con la finalidad de leerlo enteramente o consultarlo parcialmente. Puede solo leerlo y disfrutarlo, aprender de sus ideas y narraciones, y hasta discutir para sí o con otros acerca de lo que lee; pero también puede sacar aparte anotaciones y citas acerca de lo que ha leído, o subrayar el texto o hacer anotaciones al margen.

Sus hábitos de lectura son producto del entorno social e histórico en el que el lector vive, así como de los contactos personales que ha tenido, o con ciertos cuerpos de ideas transmitidos, o talvez los ha adquirido en el seno de su familia, y durante el proceso educativo en todas o en cualquiera de sus etapas. De cualquier manera, son sus hábitos, y puede mantenerlos relativamente estables a lo largo de su vida, o irlos transformando en el tiempo según las circunstancias en que se encuentre. La lectura individual, por interés y satisfacción personal, no solo mantiene el flujo de ventas de las editoriales y las librerías, o aumenta las estadísticas de usuarios de las bibliotecas, o el tráfico de los sitios web, sino que también enriquece la cultura literaria de una nación, fortalece la capacidad de tener y formar una opinión fundamentada en diversas fuentes, y le ayuda a los autores –sean personales o institucionales, vivos o muertos, de la misa época o de otra- a forjar su reputación y presencia en los círculos de ciencia y de la discusión profesional. Y eso, nos abre el paso a otro tipo de lectura y de lector.

[Artículo en progreso]

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