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Breve manual de pensamiento crítico

noviembre 06, 2009

Fastos y nefastos de filósofos y filosofías 3

Fastos y nefastos de filósofos y filosofías 3
Por Francisco Martínez Alas. Noviembre, 2009

Estudiar filosofía puede ser frustrante y al mismo tiempo vigorizante, pero, de cualquier manera el mayor beneficio que se obtiene es el rigor en la lectura y exposición del pensamiento ajeno. Leer filosofía es estimulante y exultante, y proporciona la inestimable oportunidad de ejercitar el discernimiento propio y confiar en la capacidad de tener opiniones firmes y lógicas, sin la estricta dependencia de la autoridad. Consultar y revisar los comentarios e historias del pensamiento es algo que debe hacerse regularmente pero con una mezcla de confianza y escepticismo moderados, ya que constituyen un apreciable apoyo, pero no deben acostumbrarnos a evitar ir directamente a las fuentes (aunque sea en versiones traducidas a nuestra lengua), ni distraernos del esfuerzo de síntesis e interpretación propia. Transmitir y compartir los conocimientos filosóficos aprendidos conforma una oportunidad valiosa de sistematizar lo estudiado, leído y comprendido, y de dialogar o debatir, y de aceptar ser refutado o cuestionado al presentarse ante otros estudiosos o estudiantes. Escribir sobre los filósofos ya clásicos o contemporáneos, suma al esfuerzo de tantos por mostrar el producto de sus largos y profundos esfuerzos por comprender, criticar y elaborar sinopsis de las obras e ideas de aquellos, y obliga a aprender más disciplina y aplicar más técnicas para exponer correctamente los resultados de nuestra investigación y reflexión.

Aunque estas actividades en torno a la filosofía que estoy exponiendo no son una especie de escalera o de pasos progresivos a seguir, y como ya dije, no son actividades excluyentes entre sí, sino que son complementarias; todas ellas sirven como entrenamiento del raciocinio, la crítica y la escritura; y van dejando estratos y huellas, sedimentos y marcas, que se manifiestan como datos, ideas, contextos, relaciones, imágenes, las que han de fundamentar y aderezar los nuevos textos, discursos, argumentos y reflexiones que produzcamos cuando emprendamos el propósito de aprender a filosofar.

Sobre cómo aprender a filosofar, pues, quiero ahora mencionar algunas muy breves recomendaciones. Recomendaciones que pueden servir de base para aprender a filosofar ya no solo desde la perspectiva, la visión y la palabra de otros autores (filósofos y comentaristas, profesores y expositores), sino desde una situación, postura y actitud, y con una peculiar expresión gestual y verbal ante los problemas o preguntas filosóficas o cuasi filosóficas que nos planteamos nosotros mismos o nos apelan otros.

El punto de partida de una reflexión filosófica propia es la identificación de problemas o la formulación de preguntas acerca de aquellos temas, asuntos o acontecimientos que nos interesan o inquietan. Eso sí, tal identificación o formulación de plantearse de un modo distinto a como se haría si se tratase de una investigación en ciencias sociales o para cualquiera de las otras ciencias y tecnologías. Además, tampoco debe hacerse de la misma manera que cuando se propone hacer una crítica al pensamiento de un autor en particular, porque eso corresponde a la reflexión acerca de otros filósofos o autores. Aunque, si bien el aparecimiento de aquel interés o inquietud nos haya surgido mientras leíamos un texto de cualquier disciplina, o gozábamos de una obra literaria o artística, o frente a un espectáculo de cualquier índole, o mientras observábamos un acontecimiento sin participar en el, o cuando participamos de alguna actividad compartida; es preciso hacer notar que todos esos momentos pueden llegar a ser la simiente de una reflexión filosófica personal, así que tal momento es el punto de partida pero no solo y no necesariamente el objeto de la reflexión. Y entonces para aprender a filosofar hay que aprender a ser sensible a las ideas que nos suscitan esos momentos únicos que nos conducen a una indagación filosófica.
El siguiente paso, si se le puede llamar así, es perfilar y definir las facetas tanto del problema filosófico que se plantea, como de las respuestas que el filósofo se animará y se atreverá a proponer y expresar. Pienso que esas facetas deben ser varias, de manera que permiten a su autor apreciar el objeto de reflexión de manera diversa y descubrir diversos elementos y relaciones. Además, la reflexión filosófica requiere una porción de espontaneidad y otra de método. Se trata de llegar a una conclusión o propuesta, que no tiene que ser definitiva, aunque su autor la afirme de manera categórica, pero sí tiene que ser lógica y poseer cierta validez o verdad. Un proceder seguro de conducirse durante la reflexión y de acercarse al objetivo perseguido, la proporcionan las herramientas que los filósofos, los creativos y los científicos han descubierto o inventado, y que aparecen tanto en las obras filosóficas como en los manuales y guías correspondientes, de las que el filósofo debe proveerse y aprender su uso y aplicación; y luego ensayar el medio para fijar o plasmar por escrito los resultados alcanzados. Es así como el filósofo, o quien está imbuido en la práctica del aprender a filosofar, debe iniciar a expresar y divulgar el producto de sus reflexiones y preocupaciones, preguntas y fascinaciones.

Lo que se expresa y se escribe, se puede publicar y comunicar, se puede y se debe compartir con otros con el fin de dialogar con ellos. El diálogo con personas competentes y la apertura a la recepción de críticas y sugerencias, dinamiza y enriquece nuestra reflexión filosófica. Pero, no se trata de una aceptación sumisa y ciega de las simples opiniones ajenas, ni de ser calificado o evaluado por las críticas bien fundamentadas, sino de permitir con ellas aparecer una ventana desde la cual definimos o elaboramos nuevas facetas y ampliamos nuestra reflexión propia, para continuar nuestro aprendizaje para convertirnos en filósofos y no solo en divulgadores de filosofías ajenas. Por ello, la otra dimensión del trabajo filosófico, se refiere a la escritura.

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