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Breve manual de pensamiento crítico

septiembre 02, 2008

El tema de la muerte en Séneca

El tema de la muerte en las Cartas a Lucilio de Lucio Anneo Séneca
Por Francisco Martínez Alas. (2005)

El objetivo principal de este artículo es exponer el tema de la muerte tal como aparece en las Cartas a Lucilio de Lucio Anneo Séneca. Al menos quince de las ciento veinte y cuatro cartas conocidas y publicadas tratan acerca de la muerte, el suicidio y la vejez. Sabemos que estas cartas fueron escritas en los últimos años de su vida y que para entonces el sufría fuertes ataques de la enfermedad respiratoria que le aquejaba, y ello lo motivó, varias veces, a reflexionar sobre la muerte. Conocemos también que el asunto de la muerte fue tratado por Séneca en otras de sus obras, en especial en De la brevedad de la vida. Lo que sigue es una exposición detallada de los cuatro enfoques que Séneca tiene sobre la muerte: que ésta es parte de la existencia y de nuestra vida histórica, que se debe pensar y preparse para la muerte, y por ende, aceptarla y despreciarla, porque al final, la muerte viene a ser una especie de liberación de la vida.

La muerte en las "Cartas a Lucilio"

Tal como lo indique arriba, mi objetivo en este breve ensayo es la exposición del tema de la muerte en las Cartas a Lucilio de Séneca. Para ello escogí aquellas cartas que tratan sobre la muerte, la vejez, y el suicidio; y son estas:

Carta 4 Del miedo a la muerte
Carta 12 Ventajas de la vejez y la libre aceptación de la muerte
Carta 24 Del desprecio a la muerte
Carta 26 Alabanzas a la vejez
Carta 30 Cómo debe esperarse la muerte
Carta 54 Atacado de asma, hace consideraciones sobre la muerte
Carta 57 Existen debilidades naturales que la razón no sobré vencer
Carta 61 Es más necesario hacer preparativos para la muerte que provisiones para la vida
Carta 63 No debe llorarse eternamente al amigo que ha muerto
Carta 69 Los vicios hacen promesas. La muerte, objeto de meditación
Carta 70 Es una ventaja no vivir, sino vivir bien. Del suicidio.
Carta 77 Nadie quiere morir. Ha de considerarse no la duración, sino el fin de la vida
Carta 78 El desprecio de la muerte es un remedio para todos los males
Carta 99 Reproches y consuelos a un amigo que pierde a un hijo de corta edad
Carta 102 De la inmortalidad del alma

De ellas extraje las reflexiones que a continuación siguen:

La muerte y la existencia
Nos recuerda Séneca que la muerte es parte de la existencia, y por ello invita a reflexionar a diario sobre la posibilidad de morir (CAL 4.5). Así hemos de estar dispuestos a morir, pues morir bien es hacerlo con satisfacción (CAL 61.2), como cuando se acepta una orden con agrado; y cuando la muerte se nos exija, cualquier instrumento será adecuado para cumplir tal orden (CAL 70.19). Morimos precisamente porque vivimos: incluso una enfermedad tan sólo difiere nuestra muerte, pues la muerte nos espera aun estando sanos (CAL 78.6). Por ello dice que "cualquiera que se lamente de que alguien ha muerto, se lamenta de que fue hombre. Una misma clásula ha obligado a todos: al que le ha tocado nacer, le queda morir" (CAL, 99.8). Esa ley es para todos, para nuestros próximos, para nuestros antepasados, para los que vendrán después; y en el momento que uno duda morir, muchos otros están muriendo de diversas maneras (CAL 77.13).

Séneca dice además, que la muerte es algo que que "padecemos" desde hace mucho tiempo (CAL 4.9), ya que hemos nacido para morir, y la muerte -en cualquier momento que ocurra- es de cualquier manera nuestro futuro (CAL 24.15), y cada día que pasa vamos muriendo, así como cuando hemos ido creciendo nuestra vida ha ido disminuyendo (CAL 24.20). Pues así como "la vejez sigue a la juventud, así la muerte sigue a la vejez" y es una necesidad igual e invencible para todos (CAL 30.9-11). Sin embargo, sin importar la edad que tengamos, la muerte estará ante nosotros (CAL 12.6). Y aunque Séneca creía el alma se desvanece al separarse del cuerpo, consideraba que había cierta utilidad en la muerte de los "hombres ilustres", pues su recuerdo será tan útil como su presencia cuando vivos (CAL 102.30).

Luego de uno de sus más fuertes ataques de asma, reflexiona sobre la muerte y la existencia, y piensa que él ya ha puesto a prueba a la muerte desde antes de nacer: "La muerte es no existir. Yo ya sé que es eso: después de mi existirá lo que existió antes que yo" (CAL 54.4). Luego usa una metáfora de una lámpara que no ha sido apagada, para ilustrar que "también nosotros nos extinguimos y nos encendemos; en medio de este tiempo padecemos algo, pero a un lado y a otro existe una profunda impasibilidad" (CAL 54.5), pues la muerte no solo sigue a la vida, sino que también la precede, "todo lo que existió antes de nosotros es la muerte" (CAL 54.5). Además, la muerte nos aleja de toda sensación del mal, pues nada puede dañar al que no existe, y por ello quien no existe, se ve libre del mayor mal de la muerte: el no existir (CAL 99.30).

Pensar y preparse para la muerte
Cuando la muerte está próxima, Séneca dice que aquella "pide una firmeza tenaz", la cual solo los sabios pueden ofrecer (CAL 30.8), pues "es cosa eminente aprender a morir" y meditar sobre la muerte (CAL 26.9). Como ejemplo cita el caso de su amigo Baso, que hablaba constantemente sobre la muerte y vivía como si se sobreviviese a si mismo cada día (CAL 30.5).

La preparación para la muerte es necesaria: "Hemos de prepararnos antes para la muerte que para la vida", dice Séneca, pues la vida ya está suficientemente proveída, y se se ha vivido suficientemente, se puede esperar la muerte con igual satisfacción (CAL 61.4). Un espectáculo en el circo le hace decir que es más bello ver en "los hombres aprender más noblemente a morir que a matar" (CAL 70.26). De ese modo, cuando la muerte se nos anuncia, y es posible elegir entre una muerte con tormento u otra simple y fácil, no debe haber obstáculos para escoger la segunda, pues la mejor muerte es la que agrada (CAL 70.11-12).

Además, ya que no tiene importancia morir más pronto o más tarde, lo que sí tiene importancia es morir bien o mal, pues "morir bien es huir del peligro de vivir mal" (CAL 70.6). Morir bien y a tiempo, suavemente, es lo que importa: "la vida no queda sin terminar si es honesta", dice, "en cualquier parte que la acabes, si la acabas bien, está acabada toda entera" (CAL 77.4).

Al suicidio le dedica algunas reflexiones también. Pues si no es mejor una vida más larga sin más, es peor una muerte más larga. Por ello, en lo referente a nuestra propia muerte siempre debemos satisfacer nuestros deseos, pues "cualquiera debe aprobar la vida para los demás, la muerte para uno mismo; la mejor muerte es la que agrada", y en ello, en nuestra decisión la opinión de los otros no cuenta (CAL 70.12-14). Es nuestra opción ya que "nada mejor ha hecho la ley eterna que el habernos dado una sola entrada para la vida y muchas salidas" (CAL 70.14). Sin embargo, Séneca dice que "el hombre fuerte y sabio no debe huir de la vida, sino salir de ella" (CAL 24.25), entonces debe evitar el "capricho de morir", que es a lo que equivale un suicidio. Y rechaza el suicidio por temor, pues se aprende que "la vida no debe comprarse a cualquier precio", y por ello a ciertas cosas no se llega con debilidad, pues es "una necedad el morir por el miedo a la muerte" (CAL 70.7).

Despreciar y aceptar la muerte
Séneca afirma que muchos personajes han despreciado la muerte a través de los siglos, y que en su propia época también son muchos los que "han puesto fin a sus males" con la muerte (CAL 24.11), pues "no debe temerse la muerte hasta el punto que no deba temerse nada con anterioridad gracias a ella". En otra carta prescribe el desprecio de la muerte -del mismo modo que un médico recomienda otras cosas para la salud-, con el fin de liberarse del miedo de esta (CAL 78.5)

Esto lo dice porque "la mayoría flotan desgraciados entre el miedo a la muerte y los tormentos de la vida; no quieren vivir y no saben morir" (CAL 4.5). Hay otros, en cambio, como otro de sus amigos, Tulio Marcelino, que aquejado por una enfermedad llegó a desear y aceptar su propia muerte (CAL 77.6), y luego se dejó morir dejando de comer durante diez días. Si se sabe morir, ese final equivale al deleite de la última copa que "deleita a los bebedores de vino, aquella que los precipita, que hace completar su embriaguez" (CAL 12.4).

Si estando en la vejez, cansado y en busca del final reposo, se anhela la muerte, quien se ha preparado durante largo tiempo para ella, la tomará con más alegría que aquel que va furibundo a la muerte (CAL 30.12). Es porque en aquel estado la filosofía proporciona "el estar alegre a la vista de la muerte y en cualquier situación del cuerpo, fuerte y alegre sin desfallecer aunque se desfallezca" (CAL 30.3), para así marcharse de este mundo con el alma tranquila cuando la muerte llega (CAL 30.4). Pues, si se ha meditado y ejercitado en la aceptación de muerte, y la circunstancia lo requiere dice Séneca "no hay diferencia entre que ella venga a nosotros, o nosotros a ella" (CAL 69.6).

Si se ha despreciado y aceptado la muerte, es necesario que la muerte no llegue o que pase (y por lo tanto morimos), pues debería temerse solamente si permaneciera junto a nosotros (CAL 4.3). Si se ha vivido intranquilamente con el miedo a la muerte, no se puede apetecer la muerte. Es prudente vivir sin miedo a morir, pero es imprudente morir por el miedo de la muerte (CAL 24.23).

Y si algún amigo muere debemos procurar que el recuerdo de quien se ha ido nos sea agradable, que aún causando alguna molestia o amargura esta se soporte con deleite, y nos estimule, el "pensamiento de los amigos difuntos es dulce y suave; pues los tuve como si los tuviera que perder y los perdí como si los tuviera" (CAL 63.3-7).

La muerte como liberación
Dice Séneca que hay quienes desprecian la vida y se suicidan: "No puede tener una vida tranquila quien mucho piensa sobre su prolongación" (CAL 4.4); pero nadie puede ser encadenado a la vida (CAL 9.12). Sin embargo, la muerte puede ser vista como un acto de liberación y así dejaremos de poder estar enfermos, de poder ser atados, y especialmente de poder morir (CAL 24.17), y lo confirma al expresar: "La muerte, o nos aniquila, o nos despoja: si hemos abandonado el cuerpo, nos queda lo mejor, una vez dejada la carga; si somos aniquilidos, nada queda, los bienes y los males desaparecen a la vez" (CAL 24.18).

Por ello, afirma que "es cosa eminente aprender morir", porque si aprendemos a morir, nos desprendemos del servir, nos sustraemos a todo poder y eso nos libera de la cadena del amor a la vida (CAL 26.9). La muerte nos expulsa, nos arroja fuera; pero el sabio sale como por su gusto porque "ser echado es ser apartado de allí de donde te vas en contra de tu voluntad; el sabio nada hace en contra de su voluntad" (CAL 54.7). "¿Qué hay más necio que morir con repugnancia?" (70.21) se pregunta. Y cuenta el caso de un valeroso guerrero de Germania que privado de todo medio, encuentra el modo y el arma para quitarse la vida, "para que sepas que no existe, para morir, otra demora que la voluntad" (CAL 70.21).

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