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Breve manual de pensamiento crítico

agosto 29, 2011

Sobre apoyar y rechazar a ciertos autores 7

Sobre apoyar y rechazar a ciertos autores 7
Por Francisco Martínez Alas. (2010+)

3 Tipos de texto (cont.)
Pero, entre el principio y el fin de la narración, ocurre un sinfin de situaciones y acontecimientos. Por ello, una de las características formales de las obras de ficción es la división en partes y subpartes. De acuerdo al tono y carácter de la narración así será la estructura de divisiones y subdivisiones de la obra, así como los títulos que éstas lleven. Sin embargo, a algunos autores les basta con separar las obras en capítulos numerados. Otros, a tales capítulos numerados les agregan un resumen de los eventos que allí ocurren. En cambio, algunos autores -y eso es lo que yo prefiero hacer- le colocan a cada capítulo o libro un título que sugiere o evoca los acontecimientos que se desarrollan en el mismo.

En la mayoría de las narraciones, el contenido de un capítulo corresponde a un solo evento que le ocurre directamente a algunos de los personajes, quienes están presentes allí e intervienen en los sucesos. En cambio, en otras historias, un capítulo o parte está dividido internamente en escenas, separadas entre sí por varios saltos de línea, pero sin numeración; y en cada una de tales escenas se narra un evento, el cual es posterior al de la escena previa, o también puede estar ocurriendo simultáneamente con el anterior o el siguiente de las escenas contiguas, pero en distinto lugar y a distintos personajes, de manera que todas las líneas argumentales de que está compuesta la novela, van siendo contadas juntas mediante tales escenas alternas.

La secuencia de eventos que se narra a lo largo de las partes, capítulos o escenas de la novela constituye una linea de tiempo que corresponde al tiempo narrativo, y por lo tanto, cada uno de los lapsos y momentos tienen distinta duración. El escritor, con el fin de alcanzar sus objetivos literarios y estéticos, puede hacer que el paso del tiempo se acelere o se desacelere mediante diversas técnicas narrativas, aumentando o disminuyendo el nivel de detalle de los actos, las descripciones y los diálogos. Además, el narrador puede modificar la dirección del tiempo entre un capítulo y escena y otro; y así, aunque la narración vista de manera total avanza desde el pasado hacia el presente o el futuro, las historias que nos cuenta en secuencia el narrador pueden ser del tiempo presente de la narración, o corresponder a sucesos pasados en la vida de los personajes, o del mundo donde ocurre la novela, y hasta se puede atrever a anticipar o dar un atisbo del futuro del mundo real fuera de la ficción literaria.

Además, al final de cada parte, el autor puede mostrar el climax concluyente de una intriga o una señal de que sus personajes comienzan otra etapa a partir de allí; y también, puede ofrecer una antelación de lo que será el fin de su historia; de manera que la narración adquiere varios finales, unos que se intercalan para indicar cambios de fase, y el último, que marca el término definitivo de la novela.

Se puede afirmar que en la obra de ficción se dan dos tipos fundamentales de textos: unos en los que habla el autor, con su lector, consigo mismo y hasta con su historia y personajes; y otros donde son los personajes quienes hablan, entre sí, consigo mismos, y muy rara vez con su autor o con el lector. Siendo así, en la obra de ficción se alternan unos textos que consisten en párrafos de narraciones de hechos, sucesos, acciones, el cual permite ampliar la obra en general mediante ciertas digresiones que hace el autor al incorporar notas –de diversa extensión y profundidad- con informaciones paisajísticas, históricas o científicas, o con la simulación del flujo de conciencia o de los estados emotivos de los personajes; este tipo de narración, se combina y se completa con la descripción, más o menos prolija, o solo funcional, de cosas y seres, lugares y edificaciones, instrumentos y herramientas, rostros y gestos, vestimentas y otros objetos, con los detalles minuciosos pertinentes correspondientes; el otro tipo de texto utilizado, es el diálogo entre los personajes, el cual se representa mediante el uso de guiones largos o comillas, o de los nombres de los hablantes con el signo de dos puntos a la derecha; seguidos con las frases que dicen los personajes; y se complementa con indicaciones y aclaraciones, acerca de quienes son los que hablan y a quien, de qué modo y manera lo hacen, que gestos o movimientos realizan mientras hablan, o las emociones y afecciones que sienten.

Habiendo descrito las principales características de la obra de ficción, ahora quiero describir el proceso de producción de la misma. Un escritor para llegar a serlo necesita trabajar mucho en varios ámbitos clave, entre ellos: el dominio del lenguaje, sus posibilidades, y de las figuras literarias; la práctica cotidiana de la escritura de textos de diversa extensión, contenido, estilo y objetivo; la observación del entorno de manera global y en sus mínimos detalles; mirar y escuchar a las personas a su alrededor, sus gestos, emociones, circunstancias y acciones; y la apropiación de contenidos, informaciones, saberes y datos -fragmentarios pero significativos- de toda índole.

Tales hábitos lo adiestrarán y lo encauzarán en el oficio de escritor, y lo imbuirán en la realización de proyectos literarios específicos. De manera que, luego de tener el primer atisbo de una historia a ser escrita, debe crear los personajes, delimitar la época y el lugar de la historia, y esbozar un argumento o secuencia de eventos principales. Así que, tal escritor para escribir la obra en la que ha pensado, requiere de la realización de otros pasos y etapas, entre las que se puede mencionar como fundamentales estas tres: elaborar un esquema o plan general de toda la obra, realizar investigación suficiente, y dedicarle una atención continua al proyecto hasta completarlo.

Un esquema o plan general de la obra consiste en un mapa o línea de tiempo en el cual aparecen señalados los acontecimientos principales de la historia, su secuencia y relaciones clave entre ellos, así como los personajes que intervienen en tales eventos y lo que les ocurrirá o puede ocurrir a los mismos. El esquema puede tener distintos aspectos y ser construido u elaborado de acuerdo a los hábitos de trabajo y prácticas creativas del autor. Así, el plan de escritura podrá estar almacenado en una computadora, en uno o varios archivos hechos con cualquiera de las herramientas que existen para escribir, dibujar o graficar; o consistir en una libreta o cuaderno de apuntes en el que se hacen anotaciones diarias o eventuales, y al que se le agregan páginas o notas sueltas; o armarse y dibujarse en una superficie de un tablón o pizarra, en el cual se apuntan o pegan las ideas que van apareciendo. El esquema debe ser dinámico, cambiante e inspirador, y en ningún momento constreñir o bloquear al escritor. Al esquema general lo acompañan diversas notas y borradores que el escritor hace continuamente.

La investigación para escribir literatura u obras de ficción tiene un carácter peculiar. En mi opinión, es una mezcla de técnicas y estrategias equivalentes a las que usaría algún periodista, antropólogo, etnólogo, cartógrafo, fotógrafo, arqueólogo o historiador, y hasta la de un artista plástico que sale a la calle o al campo y anda en busca de inspiración, o de escenas y dramas cotidianos pero excepcionales, con su libreta de apuntes o de bocetos, su caballete, pinceles y pinturas o una cámara fotográfica o digital, y captura tales escenas, en todos los aspectos y detalles que le pueden ser de utilidad en una de sus narraciones, o como anotaciones en sus diarios. Tal investigación puede consistir en lecturas diversas, sistemáticas o intuitivas, y puede requerir entrevistas a personas, o viajes a diversos lugares. En síntesis, se trata de una combinación de prácticas y métodos de investigación documental y de campo, sin duda más cualitativa que cuantitativa.

El escritor de ficción –tanto como el investigador social o el observador de comportamientos- debe observar y escuchar a las personas que lo rodean, con mucha atención, prestando interés a sus palabras, sus gestos y su indumentaria. Cualquier escena cotidiana en la calle, un comercio o una oficina, puede servir como material de trabajo para un historia que se escribe. Algunos escritores ocupan también las historias de vida de los amigos y conocidos como material de base para armar un cuento o narración, o las insertan en historias más extensas suyas. Por supuesto, en éste último caso, el escritor cambia los nombres, altera las situaciones y hasta el aspecto y rasgos de las personas reales; pero, aun así, algunos escritores acostumbran dejar alguna pista oculta con relación a los eventos y personas que los inspiraron. Las historias trágicas o excepcionales que hallan en los periódicos y noticieros todos los días también pueden convertirse en material de base para narraciones de cierto tipo, especialmente si se trata de novelas policiales, de misterio o inspiradas en la actualidad política. No se puede obviar tampoco el recurso actualmente existente de internet, el cual, perspicazmente utilizado, también constituye una herramienta creativa y documental para elaborar y ensamblar historias, y para documentar con verosimilitud algunos hechos o asuntos incorporados a la narración.

Escribir una obra de principio a fin es un trabajo relativamente difícil (en el sentido de que para algunos escritores les resulta más arduo que a otros), que exige esfuezos continuados, lealtad y compromiso con el proyecto propio, y una disposición a efectuar los cambios y supresiones que sean necesarios si la historia y la circunstancia lo requieren. Algunos autores pueden producir una historia corta o un capítulo de una larga, en un solo día. Y otros necesitamos de varios meses para escribir un cuento corto. De cualquier manera, lo importante es dedicarle al menos unos minutos cada día y escribir desde algunas cuantas líneas a varias páginas. Aparte de dedicarle tiempo, a cualquier hora del día, para imaginar y reflexionar sobre el próximo paso, la escena siguiente o el próximo diálogo.

El destino o propósito de la obra de ficción es ser publicada –o al menos diseminada dentro de un círculo de destinatarios- para que pueda ser leída por otras personas, además de su autor. He mencionado la diseminación de los escritos propios dentro de círculos reducidos y selectos de amigos, conocidos o colegas, o también en ámbitos académicos con grupos de estudiantes; la cual es una forma de publicación, en tanto que el escrito se imprime o se fotocopia varias veces, o se envía por correo electrónico, a todos los miembros de una lista especial y privada. Pero, la verdadera publicación consiste en exponer y presentar al público los escritos para que puedan ser vistos y leídos por cualquier interesado o enterado. La manera clásica de publicar una obra es imprimirla en papel. Imprimir una obra tiene dos modalidades fundamentales: una -y menos ventajosa-, en la cual el autor costea su propia publicación, y para ello tiene que preparar el manuscrito (o hacer que un editor profesional se lo prepare) y llevarlo a una imprenta o centro de impresiones y fotocopias para reproducirlo, para después hacer que encuadernen todas las copias, y por último, encargarse personalmente de la promoción y comercialización del libro. Aunque también puede imprimir personalmente todos los ejemplares en un impresor personal y empastarlos y encuadernarlos él mismo, o con apoyo de un artesano creativo, y crear así un producto literario y de artes gráficas muy peculiar y caro. La otra opción para imprimir, aunque es más difícil de lograr es con mucho la más ventajosa, consiste en enviar el manuscrito impreso a una empresa editorial y superar todos los filtros de selección y escogitación, y lograr ser publicado por aquella en sus colecciones, con el beneficio adicional de obtener consejo de editores experimentados para mejorar la obra, y la ventaja de disponer de la red y mecanismos de promoción y distribución de la compañía, en conjunto con el prestigio que ser publicado por ésta le proporciona al autor (al margen de lo que puedan significar realmente la regalías por venta). Aunque, no se debe olvidar ni despreciar la alternativa de hacer publicaciones digitales. La alternativa más libre e inmediata actualmente es la autopublicación digital en línea, la cual, a su vez, tiene dos modalidades principales: una, la de autopublicarse en los espacios web gratuitos o pagados (por ejemplo un sitio propio o un blog) y comunidades de interés que se ofrecen en internet; y la otra, la de convenir con un servicio de distribución y venta de libros y documentos en línea, como ocurre con las librerías y empresas publicadoras que existen en la red.

Entonces publicar tiene cuatro dimensiones, que no son excluyentes entre sí y que por lo tanto se pueden combinar, conforme a la estrategia del autor, o de los editores o publicadores de las obras de un autor: a) el público al cual se pretende alcanzar, que puede ser desde un grupo pequeño y selecto (de amigos, colegas o miembros de un círculo), hasta un público de mediano a grande y general (el de los posibles lectores y clientes en una ciudad o localidad, un país, varios países o en el mundo entero); b) el medio en el cual se publica, ya sea como impreso, o como documento digital o electrónico, y su correspondiente transmisión en línea (aunque se debe considerar que existen o pueden llegar a existir otros medios tecnológicos para visualizar y transmitir el texto, o para realizar versiones y adaptaciones de parte del texto o basadas en el); c) el acceso al contenido, que puede establecerse de forma gratuita o mediante la realización de algún tipo de pago o canje previo; y d) la lengua, en tanto que además de publicar en la lengua original, se puede permitir la traducción de la obra a otras lenguas.

Ahora, voy a exponer algunas consideraciones acerca de aspectos específicos de la lectura de una obra de ficción. De una obra de ficción pueden existir varias versiones, la primera de ellas, es la original, la que tiene en su poder el autor, y de ésta, emana la versión que resulta publicada (y que no necesariamente coincide totalmente con la versión original, porque algunas partes o fragmentos podrían haber sido suprimidos o cambiados en la publicación). Si la obra es traducida a otras lenguas, entonces, aparacen otras tantas versiones de la obra, pues cada traducción que se realiza, crea una nueva versión de la obra. De manera que leer la obra en su idioma original y leer alguna traducción a otra lengua, son dos experiencias distintas, e igualmente válidas, siempre que se reconozca las limitaciones de una traducción a otra lengua.

Lo otro importante que no hay que olvidar al leer obras de ficción, especialmente si se leen narraciones histórica o de asuntos de actualidad, es que la realidad que vivimos, los acontecimientos ocurridos en verdad, o los eventos registrados en la historia escrita y sus libros, todos son algo radical y completamente distinto de la novela, auque ésta trate de aquellos. Una novela de tipo histórico o de actualidad no tiene porque ser un reflejo exacto de lo que históricamente ocurrió o se reconoce que ocurrió (para eso están los tratados y estudios históricos propiamente dichos). El autor tiene libertad - está en su derecho- de inventar y modificar los acontecimientos y los personajes históricos, si ello viene bien con su objetivo literario. Es el lector, quien tiene que enterarse en otras fuentes (de lo histórico) y discriminar entre lo ficcional y lo objetivamente histórico, sin criticar a un autor por no haberse apegado fielmente a ello, o por haber omitido, cambiado o inventado algún acontecimiento y personaje del mundo real, o introducido algún objeto o tecnología y su significado que no corresponde a los hechos históricos. No hay porqué buscar coincidencia y correspondencia exacta entre la realidad e historia y lo que se cuenta en las novelas, porque son dos instancias y realidades diferentes.

Esto último también se relaciona con las adaptaciones que sufre o puede llegar a tolerar una obra de ficción. Las adaptaciones intolerables son aquellas que consisten en una mutilación descarada y arbitraria del texto original, con el fin de que se transformen en accesibles para ciertos grupos de edad o lectores de ciertos grados de instrucción, o que quepan físicamente en una cantidad prefijada de páginas dentro de un programa de publicación. En cambio, las adaptaciones que pueden, si se realizan bien, resultar en otras obras creativas, de calidad, y en cierta forma independientes de la obra original, son aquellas que significan un cambio de género (a drama, cuentos, poesía, crónica, reportaje y otros), o de tipo, como cuando una obra se convierte a película de cine, serie de televisión, a figuras animadas, artefactos alusivos, o en inspiración para música, o en tema de artes plásticas, entre otras posibilidades. Acá las posibilidades son numerosas, ya que se trata de diversas y nuevas lecturas e interpretaciones, en cierta forma manifestaciones, del texto y contenido de la obra original para crear otra obra también original.

Aunque la finalidad primordial de las obras de ficción, sean de narrativa u otros géneros similares, es la lectura recreativa, tales obras también pueden ser utilizadas para otros propósitos. Los usos alternos para la narrativa, además de constituir una fuente para el cine, el teatro y las artes plásticas, y hasta la música, consisten en servir de apoyo, inspiración y ejemplo para elaborar otras cosas, entre textos y actividades prácticas; como por ejemplo, al servir de material de base para la realización de ejercicios de discusión en grupos o análisis de situaciones y entornos en cursos académicos; fuentes de consulta sobre el uso del lenguaje, o de la invención o aplicación de recursos literarios, retóricos o estilíticos por parte de los autores y escritores; o de modelo o ejemplo de lo que se puede actuar, hacer, decir o responder en una circunstancia similar; o para ilustrar, cuando se trata de literatura realista, las condiciones de vida y existencia de las personas en la época que recrea la narración.

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