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Breve manual de pensamiento crítico

octubre 27, 2009

Fastos y nefastos de filósofos y filosofías 1

Fastos y nefastos de filósofos y filosofías 1
Por Francisco Martínez Alas. Octubre, 2009

Escribir filosofía, escribir acerca de la filosofía y los filósofos, enseñar filosofía, estudiar filosofía y aprender a filosofar son cinco actos distintos pero no mutuamente excluyentes. Alguien puede dedicarse a una, a varias o a todas esas actividades. Además, puede hacer énfasis en una idea o ciencia en particular, en alguna corriente o en un filósofo específicos, o en un enfoque y método peculiar. El impacto de su actividad y las características de tal impacto, se diferenciarán según el caso, en extensión y comprensión, tanto como en profundidad y duración.

La importancia que adquieren las ideas filosóficas está vinculada principalmente a dos cosas: el rol o la posición que el filósofo tiene en la sociedad en la que vive o vivió, y la pertinencia de tales ideas con respecto de las corrientes, tendencias, eventos, acontecimientos, circunstancias, creencias o costumbres vigentes en un momento histórico dado. Por ello ha habido o hay en la actualidad, filósofos ricos o pobres, guerreros o comerciantes, políticos activos o autoridades religiosas, activistas y defensores, maestros y guías, famosos o ignorados, y en cualesquiera otras condiciones, según el caso.

La filosofía, es decir, las ideas de los filósofos, están contenidas en los escritos -de cualquier género, o en discursos orales- , que ellos hacen. La crítica a tales ideas está contenida en los textos de otros filósofos que dialogan con ellos o les replican, y en su mayoría, en los comentarios que los especialistas y aficionados, los profesores y divulgadores, hacen de aquellos. Lo que se enseña en los colegios, escuelas y universidades, ocupa y se ocupa de ambas cosas, tanto de textos de autor como de comentarios de textos, y además, se basa en la sabia o errónea elección de métodos para enseñar la filosofía o para que los discípulos aprendan a filosofar.

Yo me inclino a que al estudiante se le enseñe los caminos y las herramientas para aprender a filosofar, y menos que a que se le enseñe "la filosofía", es decir, que se persiga explicar o comentar las obras de los filósofos. Digo, porque para esto basta que el estudiante tenga acceso directo a las obras filosóficas y a sus comentarios, por compra personal de libros, o por préstamo de los mismos en una biblioteca, o por consulta de servicios de referencia y documentos en línea. La interpretación y valoración que el estudiante haga, convertido en lector de la filosofía, a partir de la lectura directa de las obras, es irrelevante para la enseñanza filosófica; pero, al contrario, es relevante y válida para el propio lector. Afirmo esto, porque no se trata de que el estudiante llegue -o deba llegar- a una supuesta "interpretación correcta" y reconocida, de lo que lee y de allí rendir cuentas de ello a otros. Sino que, se trata de que el estudiante lector aprenda y tome para sí lo que le convenga y le interese de esa lectura. Lectura y estudio que realizará mejor si se le han transmitido las herramientas útiles para el quehacer filosófico.

En cuanto a la lectura y el estudio de la filosofía (en cualquier nivel, pregrado, grado o posgrado), hay quienes lo practican para edificación y plenitud personal, por saber más, por encontrar respuestas para sí mismos, o para poder preguntarse mejor acerca de las cosas que les rodean y viven; y hay otros que aspiren a una titulación para poder acceder a ciertos puestos en organizaciones de diferente índole.

De hecho, si se lee filosofía en lo privado se puede aprender tanto o más que cuando se estudia en la universidad. Pero, debo reconocer que la ventaja ineludible de estudiar una licenciatura en filosofía, es que así se puede adquirir -con cierta comodidad de oyente y espectador- un panorama ordenado y sistemático de ésta y de todas sus sudivisiones, así como de su transformación en la historia. Pero, ello no significa que todo ese cuerpo de datos, problemas e ideas no se pueda alcanzar en estudios privados. Si al estudiante se le muestran y demuestran, como dije arriba, las herramientas para aprender a filosofar, éso se puede conquistar, no sin el concierto con muchas lecturas, prácticas, observaciones y vivencias.

Los posgrados, las maestrías y doctorados en filosofía (yo no optaría por ninguno de los dos), según la calidad de la universidad y del plan de estudios, bien pueden enseñar destrezas y contenidos que no se alcanzan a cubrir en un pregrado o licenciatura, y aquel que quiere convertirse en un filósofo de verdad puede tomarlas para sí, es decir, apropiarse de ello, para comenzar a escribir, no sólo su tesis doctoral, sino, y aún más importante, a construir su propio lenguaje y cuerpo de ideas con enfoque filosófico, escribir sus propios textos con su propia voz, y hasta estructurar su propio sistema filosófico.

Ahora bien, la enseñanza de la filosofía, o más bien, el modo, el estilo y la intención como se enseñe, tiene diversos impactos, positivos o negativos. Digo, porque un mal profesor puede hacer odiar a un autor o a toda la filosofía; o bien, puede transmitir una interpretación errónea de un sistema filosófico y de algunos conceptos. También, puede darse el caso de que el docente quiera pretender imponer su criterio -aunque válido, será parcial- y sus propias adhesiones culturales, ideológicas e intelectuales, con respecto a ciertos autores, ciertas obras, ciertas corrientes o acontecimientos.

Por otra parte, ciertas ideas filosóficas están imbuidas, aunque no se cite expresamente, en los instrumentos legales y jurisprudenciales, de derechos humanos y acuerdos internacionales; también, en las políticas gubernamentales hay ideas tácitas que sostienen los valores que se expresan y practican (aunque esos valores no siempre nos agraden o no siempre sean loables); en la fundamentación y sistematización de las ciencias particulares (por ello es posible hacer filosofía de la educación, del arte... o de cualquier materia); y no digamos, en las grandes obras de literatura tano clásicas, modernas o contemporáneas, se difunden tanto ideas como imágenes dignas de mención y reflexión.

Otra cosa que mantiene viva la presencia, la memoria y la voz de un filósofo son las casas editoriales, las revistas y publicaciones seriadas, las bases de datos, los congresos y seminarios, las librerías y las bibliotecas. En la medida que las obras y textos de un autor estén accesibles y disponibles, con facilidad y amplitud, entonces, será posible continuar discutiendo, dialogando, replicando, refutando y queriendo a los filósofos del pasado, que no lo son tanto, pues siempre deben estar presentes en nuestra formación intelectual y cultural.

Y por supuesto, los comentarios, en los medios de comunicación, en conferencias y congresos, en publicaciones impresas y en línea, mantienen vigentes a los autores, a sus ideas, o ciertos temas de importancia humana, social y cultural. Pero, igual, un comentario nefasto, difundido a través de los siglos y de boca en boca, puede lograr que a un autor se le deteste, se le ponga una etiqueta mediocre, o que se le haga decir lo que en realidad nunca dijo o escribió. La malas traducciones también producen un efecto similar.

Aunque, desde el punto de vista de empleadores en el comercio y la industria, o en otras organizaciones y corporaciones, el ser graduado de filosofía carezca de valor, éstos se equivocan. Yo no creo que la filosofía no tenga valor, como conocimiento y herramienta práctica para el hacer decisorio y estratégico empresarial, o que haya perdido importancia, y que no sirva para nada; todo lo contrario, sirve como apoyo para muchas cosas, buenas o malas, y fomenta tanto los status quo imperantes, como las revoluciones siempre emergentes.

Otra cosa es que pocos nos atrevamos, en la juventud o en la madurez, a estudiar una carrera filosófica: pero, tanto mejor, se aprende más y mejor la filosofía en grupos pequeños, activos, participativos, dialogantes y debatientes, que en esos cursos multitudinarios de decenas a cientos de alumnos. La filosofía debe divulgarse entre las masas y alimentarse de las culturas de los pueblos, pero, debe estudiarse y leerse en privado, o en la relativa intimidad de un grupo de discusión pequeño o mediano.

octubre 09, 2009

Cultura, filosofía de la cultura e interculturalidad 3

Cultura, filosofía de la cultura e interculturalidad 3
Una reflexión acompañada del pensamiento de Raúl Fornet Betancourt
Por Francisco Martínez Alas. (2007)

4. Interculturalidad y filosofía
El propósito de esta sección es exponer la propuesta de Raúl Fornet-Betancourt acerca de la filosofía intercultural y comparar sus ideas con las de otros autores que han escrito y discutido sobre eso.

En primer lugar diré que Fornet-Betancourt no desea establecer una definición de lo que se debe entender por filosofar intercultural, para él es un problema sobre el cual se debe discutir y mantener abierta dicha discusión, y dice:

"Creo que el desafío está en replantear el problema; no para eliminarlo, pero sí para redimensionarlo. Es decir, que habría que empezar por preguntar no por la definición que podemos dar de lo intercultural sino más bien por los recursos culturales y conceptuales de que disponemos" (17)

Y agrega:

"Preguntarnos, por ejemplo, si nuestra manera de pensar es ya tal que nos permite una aproximación intercultural a la realidad de la interculturalidad. Esto significa que cualquier definición de lo intercultural debe hacerse cargo de su contextualidad, tanto cultural como disciplinar, y presentarse no como la perspectiva que demarca los límites de lo que enfoca sino, por el contrario, como una ventana que permite ver sólo una parte del espacio abierto hacia el que se orienta. De ahí la necesidad de la contrastación de las definiciones que se puedan ofrecer en un debate como este". (18)

Wimmer (19) piensa que "existen buenas razones para aceptar la idea de que la filosofía presente se encuentra limitada si avanza dentro del horizonte y con los medios conceptuales de una única tradición cultural". Pero, expresar y entender los conceptos de tradiciones distintas requiere un medio de "traducción", y "ya que el proceso entero de revisión, criticismo, y traducción de los conceptos filosóficos necesita resultados comprensibles, debe ser una terminología estandardizada, y tales standards sólo pueden ser desarrollados dentro de una tradición". Entonces, una nueva tradición de filosofía intercultural debe crearse, y él propone propone dos vías para ello:


a. Una consiste en el hallar por un método singular del pensamiento, que pasa de alguna condición cultural, que es transcultural. Aunque algunos pensadores y corrientes lo han intentado antes, ni en el pasado, ni probablemente en el futuro ningún método singular convencería a todos los pensadores.

b. Otra consiste en cultivar las particularidades étnicas, llamándolas "filosofía". En este caso el problema de la traducción y la interpretación disminuyen, y disminuye la audiencia también.

Entonces, dice, un programa de la filosofía en orientación intercultural puede resumirse en dos puntos iniciales, más una tercera alternativa. Así, primero debe ser creada un imagen fresca sobre la historia de la filosofía. Y en segundo, se necesita un polílogo (20) para cada una pregunta sistemática de la filosofía. En tercer lugar, busca un camino que sea una alternativa real al eurocentrismo y a los separatismos de la etnofilosofía:

"consiste en un procedimiento que ya no es meramente comparativo, no es sólo 'dia-lógico', sino 'poli-lógico'. Las preguntas filosóficas, preguntas referentes a las estructuras fundamentales de la realidad, a la cognoscibilidad, a la validez de normas y valores, deben ser discutidas de modo que ninguna solución sea difundida antes que sea realizado un polílogo entre tantos tradiciones como sea posible. Esto presupone la relatividad cultural de los conceptos y métodos, e implica una idea no-centrista de la historia del pensamiento humano. Para comenzar podemos formular una regla negativa: nunca acepta una tesis filosófica como bien fundamentada si ha sido producida por personas de una sola tradición cultural " (21).

Como puede verse, también en la propuesta de Wimmer hay puntos coincidentes con las ideas de Fornet-Betancourt. Son estas ideas las que precisamente voy a comenzar a exponer, haciendo énfasis en su conceptualización de filosofía intercultural, seguido del diálogo intercultural.

Actualmente se necesita dice Fornet-Betancourt, una profunda y radical trans-formación de la filosofía, que supere el horizonte de su cultura o ámbito cultural correspondiente, usando para ello el material crítico de distintas tradiciones culturales. La nueva figura, es la filosofía intercultural, que tendrá al menos las características siguientes (22):

1a. Una manera de hacer y practicar la filosofía desde diversas potencialidades hacia un punto de convergencia común.
2a. Supera los esquemas de la filosofía comparada y apunta a un proceso continuamente abierto, polifónico en sintonía y armonía de diversas voces en contraste.
3a. Tiene una actitud que parte del supuesto de la finitud individual y cultural que no intenta absolutizar.
4a. Renuncia a posturas hermenéuticas reduccionistas, a operar con un solo modelo teórico conceptual, en busca de una interpretación mutua.
5a. Descentra la reflexión filosófica de todo centro dominante, sin negación de lo propio.
6a. Abre un espacio compartido tanto para la comprensión de la identidad de cada filosofía como para la de cada comunidad humana: en una transculturación para la universalización.
7a. Propone buscar una universalidad desligada de la figura de unidad.

La filosofía intercultural no es, entonces, una prolongación de otra tradición, sino un esfuerzo de autocomprensión, un desafío para la comunicación entre los filósofos, y un diálogo de voces cargadas de contextos históricos y de cultura(s). Entonces, se trata de:

"Una propuesta programática para una nueva transformación de la filosofía. Se busca una nueva configuración de la filosofía o, mejor dicho, del filosofar; ya que no se pretende simplemente una reconfiguración de la filosofía como disciplina académica sino también una renovación de la actividad filosófica, del quehacer filosófico en general, teniendo en cuenta precisamente las distintas prácticas del filosofar con que nos confrontan las culturas de la humanidad" (23) .

Y propone algunos ejes fundamentales para esta práctica del filosofar (24):

1o. Hacer un filosofar contextual, como momento fundante y constitutivo del pensar y como expresión de mundos culturales concretos.
2o. Acompañar ese pensar con los procesos y prácticas culturales en los contextos de la vida diaria y la cotidianidad de la gente.
3o. Mantenerse como un proyecto de diálogo de contextos para servir de base a la experiencia de la intercontextualidad, como un eco de la diversidad humana que ya existe.
4o. Repensar lo que llamamos filosofía desde los diferentes mundos culturales y sus prácticas, salvando las diferencias, defendiendo la pluralidad y apostando por la convivencia.
5o. Esa convivencia, se debe proyectar en busca de la solidaria realización de la "humanitas" en cada ser humano.

Por ello Fornet-Betancourt dice en otro lugar que no reduce el término interculturalidad a su dimensión filosófica, ya que la ve como una cualidad que "cualquier persona puede obtener a partir de una práxis concreta" en la relación con el otro, no solamente por medio de la comunicación racional, sino que también al dejarse impresionar con el trato cotidiano del otro. Así, la interculturalidad es primordialmente una experiencia, que permite obtener un saber práctico (25).

También afirma otro aspecto concreto de la utilidad práctica de una filosofía interculturalmente transformada: "es el aporte a una política que, como consecuencia del reclamo a la tolerancia y el pluralismo, busque cumplir con el derecho que tienen las culturas y los pueblos no solamente a decir que ven el mundo de una forma distinta, sino también, y sobre todo, a hacerlo según su propia manera de vivir" (26).

Por ello, se hace necesario reorientar la filosofía, con el fin de "aprovechar sus potencialidades para renovarla desde dentro y por vía del intercambio entre sus formas de actualizar el presente de la filosofía" (27). Pero, esa reorientación no pretende desechar ni negar, sino cambiar de rumbo, que inspira todas las otras perspectivas posibles "al confrontarlas con un eje transversal de reflexión y de acción que las mueve a ver lo que ven desde su perspectiva contextual o teórica". Así, la reorientación intercultural "implica un llamado al diálogo abierto de los presentes contextuales de la filosofía o de todas las formas en que la filosofía actualiza su presente en los distintos contextos de nuestro tiempo".

Entonces, el otro elemento importantísimo que encontramos en los escritos de Fornet-Betancourt es el diálogo intercultural: "diálogo de universos humanos, diálogo de visiones y proyectos de mundo". En opinión de Kimmerle, los diálogos han probado ser una forma tanto útil como la más adecuada forma de comunicación en la teoría y la práctica de la filosofía intercultural. Por ello, afirma, en todo lugar donde de ha trabajado con la filosofía intercultural, se ha hecho por medio del diálogo filosófico. Esto ha ayudado en mucho en el diálogo entre la filosofía de culturas diversas. Pero, advierte que la filosofía intercultural solo será alcanzada verdaderamente cuando en las filosofías de todas las culturas participan, o por lo menos, cuando participar en estos diálogos es una opción factible. Y su efectividad se vería limitada si sólamente las culturas occidentales, o las orientales con las occidentales dialogan, dejando fuera a otras culturas filosóficas. Puesto que cada cultura tiene un tipo específico de filosofía, la noción de filosofía se debe ampliar y al mismo tiempo reconceptualizar en una forma que incorpore la dimensión intercultural que le es propia (28).

El diálogo intercultural para Fornet-Betancourt, es el lugar donde se replantea y se supera el problema de la inculturación de la filosofía, y es sostenido por sujetos libres y con iguales derechos. Ese diálogo, conlleva algunos elementos de mayor importancia (29):

a. La historización del problema hermenéutico (de las filosofías inculturadas) a la luz de procesos históricos actuales con el fin de trans-formar la razón o racionalidad.
b. Se evitaría convertir la propia manera de pensar en el lugar de encuentro con el otro, sino que hacer del encuentro con el otro una interpelación para repensar la propia manera de pensar.
c. Como consecuencia de lo anterior, la tarea consistiría en emprender una comunicación abierta que reformule nuestra manera de pensar e incorpore la discusión con las otras voces.

Pero, como el diálogo con el otro, implica el reconocimiento, y ello requiere que se cumplan dos condiciones: primero, la deposición de hábitos de pensar y de actuar etnocéntricos que bloquean la percepción del otro como alteridad; y segundo, se cultive una apertura descentrada ante el otro, permitiendo su interpelación desde la alteridad y tratar de encontrarlo desde su propio horizonte, no desde el nuestro (30). Con el fin de:

"historificar el proceso de constitución de las formas de racionalidad vigentes; revisarlas desde un diálogo intercultural, abierto y sin prejuicios, que permita hacer manifiesto el tejido monocultural de dicho proceso y corregirlo con un plan de recons-trucción de la razón filosófica desde y con la participación traductora de las prácticas del quehacer filosófico en las distintas culturas de nuestro multiverso" (31)

La interculturalidad requiere que la polifonía llegue a un nivel de comunicación verdaderamente plural, no basado en voces, sino en formas diversas de razón que a su vez se manifiestan en muchas razones. Porque la práctica de la interculturalidad requiere empezar por reestablecer un cierto equilibrio para el diálogo (32).

El diálogo intercultural se vincula a la filosofía intercultural por la necesidad que las culturas luchen por su derecho a tener contextos propios o para recuperar los contextos de las culturas que se han homogenizado. Entonces el diálogo intercultural cumpliría una función también correctiva en la orientación de la filosofía actual. Pero, al mismo tiempo, el diálogo intercultural actuaría como un programa de comunicación solidaria entre las culturas. Por ello dice Fornet-Betancourt que la "filosofía que asume el diálogo intercultural como contexto de su reflexión, entra en un proceso de transformación […] que la impele tanto a reconstruir su historia aceptando plurales lugares de nacimiento y desarrollo, como a reconstruir sus formas de articular sus fuentes y métodos" (33).

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